El argumento no puede ser más sencillo para una obra breve que se devora con rapidez. La protagonista es contactada por su primo quien desea alojarse en la misma residencia de estudiantes que tuvo ella en su etapa universitaria. Dirigida por el senshei, la residencia ha adquirido un aire hasta cierto grado decadente, pero céntrica y bucólica a par que económica parece ser una buena opción para la ajustada economía de su pariente.
Éste viaja para inscribirse, pero antes de hacerlo ella recuerda que el senshei tenía un perturbador problema físico, carecía de brazos y sólo tenía una pierna, lo cual no le impedía manejarse con soltura en su mundo.
Una vez alojado, nuestra protagonista -de la que sabemos que su marido está trabajando en Suecia y desea que ella le acompañe- inicia una serie de visitas a la residencia en las que no encuentra por diversas razones nunca a su primo. Mientras, la salud del senshei va deteriorándose y, aquel ruido que ella había comenzado a percibir aumenta su intensidad.
Ogawa muestra en esta obra su lado más oscuro. Es capaz de sumirnos en un tenue terror psicológico incrementado por el físico del senshei y la soledad del lugar. Ciertamente no hay ningún efectismo en la obra pero la inquietud que percibimos nos acerca, como muy bien comenta el editor, al mejor Hitchcock. Un final redondo completa esta sencilla pero honesta obra.
Un registro diferente de sus trabajos más actuales que en su conjunto han hecho de Ogawa la autora japonesa más leída en su propio país.
Pepe Rodríguez