Alguien ha dicho un día que la edición es cultura, pero también una industria cultural, dando con ello a entender que sin un sustento material el mundo del libro no sería posible. Y qué decir en lo que le atañe al escritor, que es el artesano; también él necesita de un apoyo material para vivir, como es obvio.
Cuentan que Conrad era un auténtico pesado en sus reclamaciones económicas persistentes a su editor; que Keats era un experto economista sin alterar por ello su mundo imaginario, y le atribuyen a García Márquez aquello de que la pluma se desliza mejor con el estómago lleno. LEER MÁS
Cuentan que Conrad era un auténtico pesado en sus reclamaciones económicas persistentes a su editor; que Keats era un experto economista sin alterar por ello su mundo imaginario, y le atribuyen a García Márquez aquello de que la pluma se desliza mejor con el estómago lleno. LEER MÁS
En este libro, muy ameno y documentado, Daría Galateria nos lleva de la mano a ver la trastienda de los héroes literarios en su calidad de autores, y en tal viaje llegamos a conocer cosas muy curiosas en cuanto a la otra ocupación -al menos en algunas ocasiones- de varios de ellos. “Tras la guerra –leemos en un pasaje- Hammett trabajó un tiempo como profesor de ‘misterywriting’, escrupulosísimo en las clases, los jueves por la tarde”.
Jean Giono, por su parte, en 1911 consiguió un empleo como recadero, lo que había de ayudar a eludir las muchas penurias familiares. Algo que no tuvo necesidad de hacer, antes al contrario, Paul Morand, pues su padre “no se preocupa del dinero. Nunca a entrado en un banco y encarga todos los años el mismo traje sin probárselo, porque ‘es sutil como un Valois” Ello le supuso dedicarse con celo y brillantez a la escritura.
Título: Trabajos forzados | Autor: Daria Galateria | Editorial: Impedimenta | Traducción: Félix Romeo | Páginas: 208 | Precio 18,95€ |
Jean Giono, por su parte, en 1911 consiguió un empleo como recadero, lo que había de ayudar a eludir las muchas penurias familiares. Algo que no tuvo necesidad de hacer, antes al contrario, Paul Morand, pues su padre “no se preocupa del dinero. Nunca a entrado en un banco y encarga todos los años el mismo traje sin probárselo, porque ‘es sutil como un Valois” Ello le supuso dedicarse con celo y brillantez a la escritura.
En fin, se dice que cuando a Torrente Ballester alguien le reprochó que su última novela, ganadora de un premio, no era de una gran altura, él le respondió que, sin embargo, su necesidad sí lo era. Tenía muchos hijos y la situación económica de su amada España no era muy brillante.
El libro se lee como una narración de aventuras –acaso, en el fondo, lo sea- y es un complemento muy oportuno para el conocimiento de una realidad tantas veces edulcorada, o sencillamente ocultada.
Ricardo Martínez