Walter es un hombre tranquilo, social y ecológicamente comprometido que no busca conflictos nunca -quizá por que no bebe- y cuya sensatez parece superior a la media.
El radical libre que falta en la trama es Richard Katz, músico afterpunk, mejor amigo de Walter y amor frustrado de Patty, un vivalavida en toda regla.
Toda la familia se verá obligada a visitar y revisitar el ideal de ‘Libertad’ según sus actos. Todos ellos son libres de elegir su camino, equivocarse y levantarse para seguir equivocándose sin ningún cortapisas, ni de conciencia, ni familiar, ni ético. Su ecuación sería Libre albedrío es igual a triunfos partido por fracasos. Ese es el concepto de libertad que Franzen refleja en el pueblo americano de su obra.
El mérito de Libertad es el disponer de la vida interior de sus personajes en todos sus niveles y sabores, con la voz narrativa saliendo y entrando en la mente de cada uno de ellos y comprendiendo y dando la razón a sus actos desde la perspectiva mental de cada uno. Ese logro típico de la ficción está resuelto a un buen nivel en Libertad. Quizá por eso las alusiones a Tolstói y su Guerra y Paz están sembradas por la novela. Tanto la composición coral como la forma de llevarnos del ruso están presentes aquí pero el contraste existe cuando los personajes de uno están obligados a comportarse como se espera de ellos mientras los de Franzen son libres o por lo menos se sienten así.
Sus lectores buscarán un toco más enérgico contra el sistema, pero no hay demasiado donde escarbar, republicanos y demócratas aparecen como comparsas, la guerra de Irak como la mayor estupidez del siglo veintiuno y la conciencia ecológica como el mayor timo de la actualidad. Por suerte la crisis todavía no llega al argumento. Sin embargo el tono de conformismo social que respira la obra es alarmante, si a todo lo que aspira un americano es a elegir por si mismo, si ese es el concepto actual de la gran palabra Libertad es que algo sigue fallando al otro lado del charco. No quiero ni pensar en el próximo libro de Franzen cuando saque a escena a Obama y la crisis económica.
Esa libertad descafeinada es vendida como mejor que cualquier utopía, es lo máximo a lo que aspirar, el summum de lo que esta sociedad puede ofrecernos -rectifico: podría ofrecernos- dándole igual quien se quede por el camino.
Resulta curiosa la unidad temática con Solar, la obra de Ian McEwan, donde el progreso socioambiental y de conciencia ecológica resulta ser simple márketing a la vez que el medio de destrucción del protagonista por inexistente.
Obra a la que cuesta entrar en sus primeras páginas pero con un crescendo interesante. Muy alejada de la concepción europea de la vida y aún más de la española. En su desenlace final Franzen proclama una vez más su confianza en el género humano buscando una conjunción de sentimientos universal suficiente para mediados de los 2000 pero imposible en 2011. Descanse en paz la libertad.
Pepe Rodríguez
me gustó bastante la verdad, me resultó original la forma que tiene de narrar los acontecimientos desde el punto de vista diferente de cada personaje que además se acompaña de una forma diferente de escribir para cada uno de ellos como si realmente fueran disitinos narradores. La historia está bien, es cotidiana y uno se puede encontrar reflejado con facilidad en algunos de los acontecimientos
igual le sobran algunas páginas
Lo atribuyo tal vez a la traducción, pero no es un libro que “enganche” a leerlo. Lo simultaneo con el último de Houellebecq y la diferencia es abismal a favor de este último. Incluso he leído también Solar de Mc Ewan y también me ha gustado más que Libertad. No se, me ha decepcionado un poco aunque reconozco que es un libro recomendable.
No exagero al decir que hace unos 20 años (cuando tenía 20 o tal vez menos) que no me enganchaba tanto con una novela de tantas páginas. Un placer (de esos costosos, porque es imposible no encontrarse en algunos de los personajes) leer Libertad.