La bailarina – Ogai Mori

Ogai Mori (1862-1922) es, junto a Natsume Soseki (1867-1916) uno de los máximos representantes de la literatura japonesa de la era Meiji (1868-1912), periodo de renovación social, económica y cultural que acabó con el arraigado aislamiento de las épocas precedentes y condujo a Japón a la modernidad.

Pero para eso fue necesario dirigir la mirada más allá de China, el referente cultural de otras épocas, para fijarla en Occidente. Y de esa mirada y de las experiencias que la acompañaron nos habla la exquisita narración La bailarina, que, publicada en 1890, supuso el comienzo de un profundo cambio en la tradición literaria nipona. LEER MÁS



En ella Mori hace uso de su propia experiencia para narrar las vivencias de Toyotaro Ota que, licenciado en Derecho a los diecinueve años (como Mori en Medicina), y después de algunos años en una oficina gubernamental, es propuesto por su jefe de departamento para un traslado a Europa que permitirá completar su formación.

Allí es deslumbrado tanto por la magnificencia de los edificios y avenidas de la capital alemana, como por la belleza de una joven bailarina con la que se ve avocado a una vida de privaciones al perder el favor de su mentor. Además, la intermediación de su amigo Aizawa, que lo salva de la penuria económica, lo enfrenta, a su vez, a una angustiosa decisión.

Podríamos darle a la narración un sentido alegórico: los peligros de la incipiente apertura cultural japonesa ante la seducción de la occidental. O ver en ella una simple recreación de la propia biografía del autor. Pero, en todo caso, debemos hacer referencia al modelo del que se sirve Mori para su relato, que no es otro que el Adolphe, la obra maestra de Benjamin Constant (1767-1830).

En ella, también narrada en primera persona (una novedad para la tradición literaria japonesa), nos encontramos con otro introvertido veinteañero que, una vez terminados los estudios universitarios, es animado por su padre a viajar, también, por Europa para después entrar a formar parte de su departamento, y que se ve enredado en una relación que no consigue clausurar. Ambos protagonistas piden, a su padre uno, a su superior el otro, una prórroga de la estancia para poner orden en sus conflictos; y, como en la obra de Mori, tiene Adolphe un intermediario ante su padre, siendo este y el correspondiente de Toyotaro, los que acaban transmitiendo a las respectivas enamoradas la decisión de aquellos.

Leemos, en la parte final del Adolphe, que, ante estas noticias: “Ellénore parecía haber perdido la rezón. No distinguía nada de lo que la rodeaba. De vez en cuando gritaba, repetía mi nombre” (página 131 de la edición de Acantilado), y más adelante, al revisar unos documentos “parecía buscar uno que no conseguía encontrar y estaba muy inquieta” (p.138). Y, en la misma situación en La bailarina, Mori escribe: “no era capaz de reconocer nada de lo que tenía a su alrededor. Gritaba mi nombre (…), pareció recordar algo y empezó a buscarlo frenéticamente” (p.75).

Ambos, Adolphe y Toyotaro, ven, en palabras de Constant, “que el sentimiento más apasionado no es capaz de luchar contra el orden de las cosas”, pero, mientras el primero reconoce, además, la fatiga de su amor, el segundo se refugia en una cómoda fatalidad.

En cualquier caso, estamos ante un tema universal, tratado con una magistral profundidad psicológica en el caso de Constant, y con una contención muy oriental en el de Mori, y universal debe ser, a su vez, la conclusión, para la cual damos de nuevo la palabra al autor del Adolphe, que, sin embargo, parece más bien dirigirse a Toyotaro cuando dice que “En la vida la gran cuestión es el dolor que causamos, y la mas ingeniosa metafísica no justifica al hombre que ha desgarrado al corazón que lo amaba”.

Rafael Martín

FICHA DEL LIBRO

Título: La bailarina | Autor: Ogai Mori | Editorial: Impedimenta | Traducción: Yoko Ogihara y Fernando Cordobés | Páginas: 80 | Precio 9,95€ |

COMPRA ESTE LIBRO EN FNAC.ES Y PAGA 1€ POR LOS GASTOS DE ENVÍO

1 comentario en «La bailarina – Ogai Mori»

Los comentarios están cerrados.