La obra que nos ocupa hoy es una de las varias que Stendhal dejó inacabadas, un relato o novela corta sobre un personaje francés de origen alemán que asciende en la escala social gracias a una muy cuidada pose y una actuación teatral notabilísima, que consigue trasmutar su personalidad y hacerle aparecer como lo que no es pero quiere que sea su fachada ante la sociedad. La novedad de esta edición es que incluye un posible final, escrito por Martine Furno, una estudiosa de Stendhal, de la Universidad de Grenoble. LEER MÁS
Podría ser un adecuado final, ciertamente, aunque caben otras opciones, más románticas, pero creo que éste es coherente con la línea que sigue la narración stendhaliana. Y también el lenguaje usado imita muy acertadamente el de Stendhal, no en balde la autora del breve texto ha estudiado a fondo la obra del escritor suizo. Marie Henri Beyle, más conocido por el seudónimo de Stendhal, (Grenoble, 1783-Civitavecchia, 1842) es uno de los grandes autores de la literatura universal. Romántico para unos, realista para otros, ciertamente su obra transita entre ambos movimientos. Gran amante del arte, dio su nombre a un síndrome, el pasmo ante la belleza, pasmo que sufrió no pocas veces él mismo en sus largas estancias en Italia.
¿Cuál es la trama de la obra? La de un arribista: Féder, un pintor mediocre, hijo de un comerciante arruinado de Marsella, que comienza escapándose con una también mediocre actriz y casándose con ella contra la opinión de la familia. La actriz muere dejándole una niña que inmediatamente es colocada en un convento. Féder trata de salir adelante en París, donde conoce a otra actriz, Rosalinde, de más renombre y posibles, que le organiza la vida para que ascienda en la escala social y, sobre todo, gane mucho dinero, para poder casarse con ella en igualdad de condiciones económicas. Y Féder resulta un magnífico alumno: para moverse por París y enriquecerse, ha de fingir constantemente, parecer lo que no es y figurar en público con una máscara, una fachada que le permite hacerse famoso. Y viene a dar con su gallina de los huevos de oro: Boissaux, un comerciante de provincias que quiere el retrato de su esposa, una ingenua jovencita educada en un convento. Y aquí comienza el conflicto, ya que Féder, que aparentemente es un vivalavirgen, acaba por enamorarse perdidamente de Madame Boissaux, siendo correspondido. Pero ello contraría sus planes, así como los de Rosalinde, por lo que se crea una trama complicada de idas y venidas, tira-y-aflojas, llegando a un punto en el que hay que poner solución. Y justo ahí es donde acaba, truncado, el relato de Stendhal. Y donde Furno lo finaliza.
Historia repetida miles de veces en la literatura, lo importante de la narración no es tanto lo que cuenta, sino cómo lo cuenta, y las reflexiones y sabrosísimos diálogos que se mantienen, diálogos de carácter satírico y de un humor corrosivo, en los que Stendhal analiza la urdimbre social de su época con ojos de rayos x. Los consejos que le da Rosalinda a Féder para triunfar como pintor y enriquecerse son peculiares: debe fingir, debe convertirse en actor y representar la comedia humana, dejando a un lado su carácter afable y alegre convirtiéndose en un amargado a los ojos públicos. “Vosotros los meridionales que pretendéis vivir en París no sólo debéis actuar en clave de comedia melancólica,-le dice Rosalinda–sino que debéis actuar siempre(…) vuestra alegría los irrita (a los parisinos), parece que les hacéis pasar por viejos, que es lo que más detestan.(…) Así que, mi querido Féder, si quieres triunfar en París, en los momentos en que no digas nada, adopta la pose del hombre desdichado y desalentado que está empezando a tener un cólico.”
Todo un análisis psicológico va desvelando los pensamientos ocultos y las costumbres de una burguesía en ascenso, que busca ocupar el puesto de la aristocracia decadente pero que aún no ha asimilado más que una fina capa de barniz cultural, y aún es torpe en sus costumbres.
Asimismo, los consejos que el ya experto en dobleces Féder le proporciona a Mr. Boissaux, mientras simula no conceder importancia a su esposa, son impagables: el acaudalado negociante pueblerino ha decidido llenar su casa con kilos de libros con preciosas tapas doradas. Pero Féder le advierte: “El hombre con ideas no acabará en el gobierno. (…) si alardeáis de vuestros libros, querrá decir que os parece bien el tipo de ingenio que la gente que lee, y os sentiréis obligados a fingir que leéis.” Sin embargo, “si sois hombre de placeres físicos, os acopláis a la gente rica, hacéis vuestros sus intereses, con lo que estarán seguros de vos, y el gobierno también lo estará.” Boissaux se da cuenta que le conviene hacer suyas estas ideas, que le garantizan su avance, y convierte al pintor en su sombra, lo que le sirve a Féder para ver a diario a Valentine.
También reflexiona Féder, con frialdad pasmosa, sobre su creciente pasión por Valentine. Su razonamiento es: le gusta la relación con ella, le atrae su compañía, incluso el juego amoroso de miradas, roces y leves besos. Pero no quiere más, porque le acarrearía problemas, y probablemente se cansaría de aquello en breve, teniendo que arrostrar demasiadas complicaciones. No, la vida está bien así, es divertida. Una amable relación, algún arrumaco, pero cada cual en su sitio. Oscila entre alejarse definitivamente o seguir como hasta ahora. Nunca ir a más. Valentine, ingenua e infantil, no comprende nada y cae en sus redes. Pero Rosalinde no le pierde de vista y ejerce su control.
Así, entre múltiples relaciones, diálogos y pensamientos cargados de un humor a veces corrosivo, pasa la novela. El final, quizá un tanto rápido, concuerda con el hilo conductor de la obra y no supone ruptura ninguna. Feliz, pues, la idea de completar la novela con el texto elegido por la editorial Funambulista. Y como siempre, una bella edición muy cuidada en todos sus detalles.
¿Cuál es la trama de la obra? La de un arribista: Féder, un pintor mediocre, hijo de un comerciante arruinado de Marsella, que comienza escapándose con una también mediocre actriz y casándose con ella contra la opinión de la familia. La actriz muere dejándole una niña que inmediatamente es colocada en un convento. Féder trata de salir adelante en París, donde conoce a otra actriz, Rosalinde, de más renombre y posibles, que le organiza la vida para que ascienda en la escala social y, sobre todo, gane mucho dinero, para poder casarse con ella en igualdad de condiciones económicas. Y Féder resulta un magnífico alumno: para moverse por París y enriquecerse, ha de fingir constantemente, parecer lo que no es y figurar en público con una máscara, una fachada que le permite hacerse famoso. Y viene a dar con su gallina de los huevos de oro: Boissaux, un comerciante de provincias que quiere el retrato de su esposa, una ingenua jovencita educada en un convento. Y aquí comienza el conflicto, ya que Féder, que aparentemente es un vivalavirgen, acaba por enamorarse perdidamente de Madame Boissaux, siendo correspondido. Pero ello contraría sus planes, así como los de Rosalinde, por lo que se crea una trama complicada de idas y venidas, tira-y-aflojas, llegando a un punto en el que hay que poner solución. Y justo ahí es donde acaba, truncado, el relato de Stendhal. Y donde Furno lo finaliza.
Historia repetida miles de veces en la literatura, lo importante de la narración no es tanto lo que cuenta, sino cómo lo cuenta, y las reflexiones y sabrosísimos diálogos que se mantienen, diálogos de carácter satírico y de un humor corrosivo, en los que Stendhal analiza la urdimbre social de su época con ojos de rayos x. Los consejos que le da Rosalinda a Féder para triunfar como pintor y enriquecerse son peculiares: debe fingir, debe convertirse en actor y representar la comedia humana, dejando a un lado su carácter afable y alegre convirtiéndose en un amargado a los ojos públicos. “Vosotros los meridionales que pretendéis vivir en París no sólo debéis actuar en clave de comedia melancólica,-le dice Rosalinda–sino que debéis actuar siempre(…) vuestra alegría los irrita (a los parisinos), parece que les hacéis pasar por viejos, que es lo que más detestan.(…) Así que, mi querido Féder, si quieres triunfar en París, en los momentos en que no digas nada, adopta la pose del hombre desdichado y desalentado que está empezando a tener un cólico.”
Todo un análisis psicológico va desvelando los pensamientos ocultos y las costumbres de una burguesía en ascenso, que busca ocupar el puesto de la aristocracia decadente pero que aún no ha asimilado más que una fina capa de barniz cultural, y aún es torpe en sus costumbres.
Asimismo, los consejos que el ya experto en dobleces Féder le proporciona a Mr. Boissaux, mientras simula no conceder importancia a su esposa, son impagables: el acaudalado negociante pueblerino ha decidido llenar su casa con kilos de libros con preciosas tapas doradas. Pero Féder le advierte: “El hombre con ideas no acabará en el gobierno. (…) si alardeáis de vuestros libros, querrá decir que os parece bien el tipo de ingenio que la gente que lee, y os sentiréis obligados a fingir que leéis.” Sin embargo, “si sois hombre de placeres físicos, os acopláis a la gente rica, hacéis vuestros sus intereses, con lo que estarán seguros de vos, y el gobierno también lo estará.” Boissaux se da cuenta que le conviene hacer suyas estas ideas, que le garantizan su avance, y convierte al pintor en su sombra, lo que le sirve a Féder para ver a diario a Valentine.
También reflexiona Féder, con frialdad pasmosa, sobre su creciente pasión por Valentine. Su razonamiento es: le gusta la relación con ella, le atrae su compañía, incluso el juego amoroso de miradas, roces y leves besos. Pero no quiere más, porque le acarrearía problemas, y probablemente se cansaría de aquello en breve, teniendo que arrostrar demasiadas complicaciones. No, la vida está bien así, es divertida. Una amable relación, algún arrumaco, pero cada cual en su sitio. Oscila entre alejarse definitivamente o seguir como hasta ahora. Nunca ir a más. Valentine, ingenua e infantil, no comprende nada y cae en sus redes. Pero Rosalinde no le pierde de vista y ejerce su control.
Así, entre múltiples relaciones, diálogos y pensamientos cargados de un humor a veces corrosivo, pasa la novela. El final, quizá un tanto rápido, concuerda con el hilo conductor de la obra y no supone ruptura ninguna. Feliz, pues, la idea de completar la novela con el texto elegido por la editorial Funambulista. Y como siempre, una bella edición muy cuidada en todos sus detalles.
Ariodante
Título: Féder o el marido adinerado | Autor: Stendhal | Editorial: Funambulista| Páginas: 192 | Precio : 18,50€ |COMPRA ESTE LIBRO O CUALQUIER OTRO PRODUCTO EN FNAC.ES Y PAGA 1€ POR LOS GASTOS DE ENVÍO
Tengo ganas de estrenarme con este autor =)
Seguramente lo haga con “La cartuja de Parma”.
Besotes