La mujer del manuscrito es una suerte de Beatriz a la inversa, que lleva a los infiernos al hombre contradiciendo de frente al mismísimo Dante y su divina comedia, que en el caso de Montenegro más que comedia es una ironía. Obligado a escribir por la secuestradora el hombre, escritor forzoso que luego sufre un “síndrome de Estocolmo literario”, consigna su historia y su propia búsqueda.
Ernesto Pérez Zúñiga (Madrid, 1971) con un preciso preciosismo, con los dotes de un potente poeta constructor de imágenes y del novelista urdidor de tramas y subtramas como en un perfecto laberinto borgeano, escribe “El juego del mono”(Alianza Editorial, 2011), donde nos sumerge en el subsuelo de la existencia de este profesor que, aparte de arrastrarnos a sus infiernos, nos lleva de la mano de la literatura, verdadero asidero para intentar resolver sin ser absorbidos por la locura, hacia la explicación de la propia realidad de Montenegro y su búsqueda de resolución del misterio del secuestrado y su manuscrito.
Para los que nos hayan leído nada de Ernesto Pérez Zúñiga he aquí la mejor puerta a su personal universo.“El juego del mono” contiene momentos poéticos (sin poemas formales), acertados relatos cortos, una novela dentro de otra (el texto del secuestrado) pero sobre todas las cosas y todas la mencionadas, en su conjunto contiene literatura que se queda, que te mancha la memoria con tinta de la que no se borra, literatura que empapa la vida y te produce secuelas benignas. Porque esta novela es de esas que no pasará de largo, volveremos a ella sin duda alguna para sumergirnos en una historia que todos habremos de vivir tarde o temprano.
Un juego de espejos en el que Montenegro, personaje de esos que te cae bien a fuerza de estarse destruyendo, se quiere ver reflejado en la vida del autor del manuscrito y su misteriosa secuestradora, desea reproducir en un momento la situación de aquellos, se obsesiona a tal punto que el misterio del sótano saca de él todo el oscuro veneno que lo corroe. Al final, solo la literatura puede redimirle, quizá, de su destino, de sí mismo, de lo que le rodea.
Un viaje auto destructivo en cuyo recorrido el protagonista no viaja solo: junto con el lector Montenegro recorre la agonía de la creación literaria, la búsqueda de cierta catarsis por medio de ella, su identificación con personajes de una ficción que parece cierta. Una historia en la que personajes y libros, auto ficción y metaliteratura convergen en un punto de la vida para parir una historia que produce vértigo y que arrebata al lector hacia su más profundo sentido de la vida y de la literatura.
Pedro Crenes