Crumley volcó sus experiencias del ejército en la misma marmita que mezcló su pasión creativa en la literatura que le permitió enseñarla en la Universidad de Montana creando una línea a seguir en la serie detectivesca insuperable.
Su obra maestra es la que reseñamos. Un veterano del Vietnam reconvertido por el FBI en topo e informador abandona todo eso para dedicarse a la investigación privada. El caso que le proponen es sencillo, localizar a un escritor maldito que vagabundea de bar en bar por varios estados. Tras localizarle con una bala en el culo tras el incidente debe devolverle a casita sano y salvo, pero mientras se recupera acepta por amistad un caso de desaparición de una joven diez años ago. Las dos tramas se mezclan en una vorágine de alcohol, carretera, porno, drogas, hippies y falsedades que para la mitad del libro parecen finiquitadas.
El lector se pregunta qué más le espera en la segunda mitad. Crumley reaviva las llamas del caso lanzándolo por una montaña rusa vertiginosa hasta que casi al final todo vuelve a estar fulminado. Sin embargo falta el último arreón que reescribe toda la historia dejándonos con dos palmos de narices.
Obra plena, poética, con personajes complejos que esconden más de lo que muestran, dotada de una psicología profunda a la que solo le faltan los móviles e internet para ser actual y que precisamente por eso goza del regusto clásico, intemporal. Verdadero manual del género que todo lector de novela negra deberá leer para tener auténtica constancia de lo que se puede hacer con un detective en la mano.
Marc Canela