Parte de la leyenda negra de la historia de la literatura –las artes en general– está repleta de autores que, sin haber alcanzado un éxito notable en vida, resultan brillantes para las generaciones posteriores. Brautigan, seguramente, sea uno de ellos. Para una persona acostumbrada al fracaso, tan solo su insistencia y la creencia en una vida literaria fue lo que le permitió salir adelante dentro de la arrolladora América profunda de mediados del siglo XX. Excéntrico y al límite de lo poéticamente aceptable para la existencia de un hombre, el Brautigan que hoy llega hasta nosotros gracias a Blackie Books viene haciéndose un hueco en nuestro ideario de “grandes locos geniales”. LEER MÁS
Si en algo destacó Un general confederado de Big Sur fue por ser rechazado. Fruto de un estilo tan particular como que inexistente, a Brautigan le costó colar sus obras en una época de grandes cambios. Las drogas, los viajes iniciáticos sin dinero (tan aclamados por los seguidores de la generación beat), la vida al límite y el no deber nada a nadie son los temas que persigue en sus escritos, sean poemas, cartas o relato (todo contenido bajo este título). Porque lo gracioso de todo es la búsqueda de un personaje –el general confederado– que… no existe, ¿o sí?
Mezclando en una coctelera los electroshocks que recibía con un humor y una fina crítica a todo lo que le rodea, estamos ante uno de esos libros de “aprendizaje”. Todo aquel que lo lea, querrá enseguida ponerse no ya a escribir un brautigan, sino a vivir como él, despreocupado por lo que vendrá. Al igual que La pesca de la trucha en América, aquí se van a encontrar el pasado y el presente de América, la poesía de Walt Whitman y una extraña relación amorosa. O los viajes por carretera con el indescriptible Lee Mellon aliñados con los pasajes del Eclesiastés.
Una muestra de lo “novedoso” de Brautigan es su final (no adelanto nada). Cuántos escritores no se habrán comido los codos pensando un final para su obra… Pues Brautigan lo soluciona tan fácil como estrambótico, con 186.000 finales por segundo, de modo que nadie quede descontento con lo que pueda suceder. Lean a Brautigan, plantea temas tan obvios como verdaderos de los que nos planteamos todos. Pero él, al menos, se ríe de ellos, aunque terminara suicidándose. Cosas que pasan.
Mezclando en una coctelera los electroshocks que recibía con un humor y una fina crítica a todo lo que le rodea, estamos ante uno de esos libros de “aprendizaje”. Todo aquel que lo lea, querrá enseguida ponerse no ya a escribir un brautigan, sino a vivir como él, despreocupado por lo que vendrá. Al igual que La pesca de la trucha en América, aquí se van a encontrar el pasado y el presente de América, la poesía de Walt Whitman y una extraña relación amorosa. O los viajes por carretera con el indescriptible Lee Mellon aliñados con los pasajes del Eclesiastés.
Una muestra de lo “novedoso” de Brautigan es su final (no adelanto nada). Cuántos escritores no se habrán comido los codos pensando un final para su obra… Pues Brautigan lo soluciona tan fácil como estrambótico, con 186.000 finales por segundo, de modo que nadie quede descontento con lo que pueda suceder. Lean a Brautigan, plantea temas tan obvios como verdaderos de los que nos planteamos todos. Pero él, al menos, se ríe de ellos, aunque terminara suicidándose. Cosas que pasan.
Antonio J. Juliá
FICHA DEL LIBRO