Baste mencionar algunos ejemplos, como el Herminia que no quiere ir a vivir con sus hijos y cuando de dispone a ver Amar en tiempos revueltos acaba plantada frente al espejo del dormitorio sin saber que hace allí, mirando con aprensión a una anciana desconocida. O el innombrado rebelde que bajo su máscara de oficinista sin miras cruza en rojo los semáforos, no paga las multas de tráfico, no se ducha antes de meterse en la piscina y pisa el césped protegido de los jardines. Un espíritu salvaje de las cosas pequeñas.
Pasando también por el Club de los contradictorios, cuyos miembros son carniceros vegetarianos, románticos misóginos, bomberos con vértigo, pasteleros diabéticos y un largo etcetera.
Otro ejemplo es la saga del viaducto, cuatro interpretaciones diferentes sobre la salvación, la redención, el suicidio y el asesinato que conviven tras la barandilla del mismo.
Los ojos de los peces es un libro que se lee con simpatía, con sonrisas, a veces con carcajadas y a veces con melancolía, tristeza, incluso con lágrimas. La razón es sencilla, esta construido del material de la vida igual que todos nosotros.
Pepe Rodríguez