Lennox es precisamente el título que inaugura la saga. Un jefecillo de clase b es asesinado y al poco su gemelo intenta contratar a Lennox para que averigüe quién lo ha hecho. La muerte de este último después de una paliza que el propio detective le propina tras negarse a investigar para él hará que la policía le crea culpable. Los tres reyes, los amos de los bajos fondos glasgowianos para los que trabaja el canadiense, se preocupan por tanto revuelo y le ponen a investigar lo sucedido. Otro caso se cierra en falso por el propio cliente lo cual hace sospechar a nuestro detective de que hay algo oculto. Ambas investigaciones seguirán avanzado y sorprendentemente convergiendo a medida que se desarrolla la obra.
La negra, sucia y húmeda ciudad escocesa enmarca las investigaciones de Lennox y actúa como si fuera un personaje más. La sociedad de allí es la principal culpable. Está entretejida con el crimen y este se vale de sus bases para prosperar.
La poca o ninguna confianza que Lennox demuestra en la ley le hace estar más cerca de los criminales que de los propios policías. En la mente del lector queda arraigada la convicción de que la enfermedad que padece el organismo social es endémica. Una y otra vez volverá a repetirse, con sordidez creciente, el ciclo de violencia. Y Lennox se tendrá que jugar el cuello para conseguir hacer bien su trabajo.
Russell es capaz de mantener la acción, la tensión y la investigación en su justa y progresiva medida creando una obra y una saga muy del gusto de la novela negra clásica, del cine de gansters en blanco y negro aunque localizado en las Islas Británicas.
Estén bien atentos a su segunda obra, El beso de Glasgow ya a la venta y que este fin de semana reseñaremos.
Pepe Rodríguez
FICHA DEL LIBRO