El tema, nada nuevo en el espectro literario, es atractivo desde el comienzo porque está tratado a conciencia, con un estilo definido, bien ejecutado, en el que el autor se encuentra cómodo y en el que opta por recurrir a la intemporalidad sin renunciar a la contemporaneidad como expresión de la universalidad del conflicto. (leer más)
Otro de los puntos de vista en que aborda este periodo vital es el de ruptura con la infancia. Es revelador como narra el cambio de la imagen de los padres a los ojos del hijo púber responsable de ese cambio metamórfico, de cómo esos seres antes heroicos son percibidos como personajes vulgares, degradados desde lo físico a lo emocional. Algo parecido ocurre con su entorno, y ese revulsivo es el que empuja a Tomás a vivir nuevas experiencias que desembocarán en una crisis aún mayor.
“Agosto, octubre”, es una pequeña joya por la habilidad de engancharnos a una historia que no es fácil, gracias a una inusitada calidad literaria. A veces uno tiene la sensación de que recoge las mejores tradiciones de la novelas de los años 50. Esa pandilla de pillos mediterráneos parecen salidos de alguna novela de Marsé y la élite vacacional reunida en urbanizaciones playeras recuerda a la áspera reconstrucción de ese mundo que hizo Juan García Hortelano en “Tormenta de Verano”. Pero sobre todo Andrés Barba cultiva un estilo descriptivo intimista que hace recordar a los grandes de la literatura del XIX, que son referentes primordiales y confesos del escritor.
Una novela recomendable, de un autor muy a tener cuenta.
Daniel Vega
Buena reseña. Me ha llamado mucho la atención la mención de Marsé y Hortelano, sobre todo de este último y su libro “Tormenta de verano”, a mí también se me “aparecía” cuando leía a Andrés Barba. Dejo mi crítica del libro por si puede interesar leerla a alguien:
https://tercerainformacion.es/spip.php?article19576