ha dado.
Prolífica en los estilos, es capaz de rellenar el temario de muchos talleres literarios con su forma de escribir. Por ejemplo es esquemática y parca en palabras en escenas domésticas: “El café rancio ha roto a hervir y Ennis lo retira del fuego antes de que se desborde, lo sirve en una taza sucia, sopla el negro líquido y deja que se deslice ante él una escena del sueño”. Otras veces sobreadjetiva deliberadamente párrafos completos como en la página 135 que con veinte líneas encontramos ‘rocas color ante amontonadas’, ‘suelo con un repugnante sarpullido moteado’, el ‘fuerte embate del viento’, ‘mellados montes azul añil’, ‘interminables llanuras cubiertas de hierba’, ‘rocas desprendidas, cielos movedizos y llameantes’, ‘pequeños ranchos’, ‘aislados cruces de caminos’, ‘escuetas poblaciones’ y algunos epítetos más ponderados en la mayor parte de los relatos. Muchos calificativos y poca acción; la mínima en un estado donde el frío, el calor y la sequía marcan plenamente su geografía y a sus gentes.
Sobre el variado contenido temático hallamos leyendas, cuentos al amor del fuego, relatos alegóricos, chascarrillos de taberna, fábulas y algún que otro expediente X. Sorprendentemente es capaz de elevar cualquier escena muy por encima de lo esperado. Su fino sentido del humor y su lacerante ironía desnudan hasta al más pintado y aquí son todos bastante torpones, con lo que no deja títere con cabeza y a alguno hasta se le comen los caballos dejándole sólo los pies.
Así es ella, fiel observadora de las gentes y los lugares, transmisora fidedigna de la ignorancia, la miseria y el orgullo de este estado, Wyoming, cuadrado, en medio de la nada, pero con unas historias que nos harán pasar por todos los estados de ánimo. Al fin y al cabo ese es uno de los grandes Proulx, zigzaguear continuamente nuestro corazón con vidas que jamás tendríamos en cuenta pero que ella eleva a la categoría de antihéroes (que no es poco).
RESEÑA DE LA EDITORIAL
Lo mismo que pasaba con el famoso cuento Brokeback Mountain, llevado al cine con gran éxito, los cuentos que Proulx ha dedicado a la tierra de Wyoming hablan de rancheros y cowboys, de indios y camareras de saloon, de amistades peculiares y disputas familiares donde el rencor viene de lejos y el amor es bronco.
La pasión por ese pedazo de suelo llamado Wyoming muestra a sus habitantes en toda su vulnerabilidad, como es el caso de Ray, un viejo instalado en un hogar de ancianos que decide por fin contar los secretos de familia a su nieta, o la historia de la joven pareja de pioneros que intentó sacar adelante su rancho a principio del siglo XX, cuando Wyoming era aun una tierra de naturaleza hostil, hasta llegar a la macabra historia de un árbol plantado en medio del desierto que ve morir a todos los viajeros que transitan a su lado.
En estos relatos, que se reúnen por primera vez en castellano, están todos los elementos que construyeron en su día la leyenda del lejano Oeste, pero la ironía de la autora, su capacidad ver el fondo de esos hombres y mujeres en apariencia tan curtidos, su mirada femenina hacia un mundo tan machista, dan una vuelta de tuerca al mito: es así como el western de siempre se convierte en gran literatura y una tierra árida, poco generosa con su gente, se transforma en un espacio literario de mucho calado.
La opinión del editor:Más allá del tópico, autores como Sherwood Anderson, Flannery O´Connor, Eudora Welty y Katherine Anne Porter han dibujado un mapa peculiar de Estados Unidos. Ahora añadimos a Annie Proulx a nuestro catálogo para ir completando el panorama de la mejor narrativa americana contemporánea.