En un trabajo relativamente reciente, el filósofo Rafael Argullol hablaba de la escritura como transversalidad, aludiendo en ello a una relación no cerrada, unidireccional, entre las artes (sobre todo en lo relativo a la escritura) Remite a un enriquecimiento mutuo, por ejemplo, entre poesía y narrativa, sin pretender consolidar un compartimento estanco en cada una de estas tareas de lo escrito.
Yo lo comparto. La literatura es un ejercicio del decir (y cómo decirlo, donde entraría la categoría de género) pero también, y sobre todo, una forma de pensar. Y ahí la exclusividad sería en vano. Cuando leemos en este decantado libro: “Camina sobre la alfombra roja de su lengua” tanto podríamos estar ante un verso como a un aforismo o un fragmento de prosa narrativa. Al fin el texto es escritura; es literatura. Y lo mismo cabría decir cuando, en otro pasaje, dice-piensa el autor: “Libros como cuarteles de invierno” Debería resultar obvio el decir que las palabras (su contenido y sus alusiones) van mucho más allá que el de un mero significado simple y objetivo.
Tal es el caso de este libro donde su autor nos ofrece un variado archipiélago (otra idea argulloliana) de distintas y ricas islas literarias, cada una con su peculiaridad, y todas formando un conjunto que les define y otorga armonía. A veces es la forma aforística (“Las motas de espuma en el oleaje… El mar convertido en aforista”). Otras el verso (“Desciendo al frío/Las sombras de los chopos/van conmigo”) Otras, en fin, una discursiva razón dialéctica (“Me cuesta creerte. No esperaba menos”)
He aquí un libro de amplia y provechosa lectura, consciente en su escritura, sincero como razón vital. Un libro-compañía que construye un lector audaz y atento, aún a sabiendas de que “Cada día que pasa/ construyes la ficción que te guarece/ en la ficción de la supervivencia.
Lean, pues, y apoyen al tiempo la mirada en las imágenes alusivas, imaginativas, de Javier Pagola, que adorna el libro con sus dibujos.