Los cien mil errantes, de Ramón Díez Galán

Escribir literatura es harto difícil. Resulta muy complicado crear historias, personajes, escenarios… y convertir al posible lector en cómplice, en alguien que recreará en su imaginación todo aquello que le cuentas. No, no es fácil.

Todos los géneros implican estas dificultades, hasta el ensayo, pero cuando esas historias narradas ocurren en mundos imaginarios, como son la Ciencia Ficción o la Fantasía, la cosa se complica. Ahí debes convencer al lector de que todos esos mundos y criaturas son posibles.

Quizás por eso el género fantástico tiene tantos seguidores, porque a pesar de que esas criaturas mágicas no existen en el mundo real, en nuestra imaginación existen.

No por ser fantasía significa que esas historias no tengan nada que ver con nuestra realidad. Al contrario. Los dos géneros mencionados juegan más con lo existente al estar compuestos de trazos cogidos de lo mundano que, gracias a la metáfora, contienen más verdad que cualquier otro.

Grandes escritores hicieron grande al género. Quién sino no conoce a J. R. R. Tolkien, Tad Williams, Brandon Sanderson, Ursula K. Le Guin, Terry Practchett y tantos otros. Es tan numerosa esta literatura que muchos creen que es fácil, y esto nos lleva de nuevo al principio de esta reseña.

Son muchos los escritores noveles que intentan emular los pasos de esos autores, cayendo en el error de que cualquiera cree tener la suficiente imaginación como para igualarlos, dando como resultado historias planas, carentes de originalidad que no aportan nada, o meras copias distorsionadas de clásicos.

Es por ello por lo que cada vez que llega a mis manos una novela de género fantástico, me asaltan las dudas y casi prefiero relegarlo al final de lecturas pendientes confiando en que, a través de un acto divino, termine desapareciendo antes de que le llegue el turno.

Eso fue lo que pensé cuando Lo cien mil errantes llegó a mis manos. Pero algo llamó mi atención, lo primero lo breve que parecía la historia —apenas doscientas páginas—, ya eso es una baza importante, porque si me llega un tocho de ochocientas, y sin motivación, cuesta mucho entrar en la novela, pero al hojearla vi que al texto le acompañaban unas preciosas ilustraciones, y cuando alguien se toma la molestia de acompañar sus palabras de dibujos —más cuando resultan tan bonitos—, es por que su autor demuestra que le tiene mucho cariño a su historia y le ha dedicado mucho trabajo encontrando a un ilustrador, al que ha convencido para que colabore. Esa historia, como mínimo, ha de estar a la altura del trabajo del artista.

Después de haber leído la novela, no hay cosa que me alegre más que acertar, y encontrar no solo una historia a la altura de las maravillosas ilustraciones, sino que al final ambas artes se nutren, dando lugar a un gran libro.

Al autor, Ramón Díez, se le nota que ha escrito esta historia con pasión y ganas, pero sobre todo lo que destila es amor por sus personajes. Lo que más llama la atención es que es la primera obra de fantasía que publica. Nacido en Elche, este profesor de español, afincado en Polonia, amante de la fantasía medieval y la ciencia ficción, hasta ahora había publicado varios libros relacionados con la docencia y la traducción, pero se ha atrevido con una ambiciosa historia en un mundo de fantasía, con un fondo marcado por el colonialismo.

La acción se desarrolla en la isla continente de Altanka, a la que arribaron colonos procedentes de un antiguo mundo en el cual la vida cada vez resultaba más difícil. Pero como el ser humano, sea en una novela, sea en la realidad, transporta sus miserias allá donde vaya, no deja atrás ni la envidia ni la ambición, lo que conlleva a provocar una guerra civil y fraticida entre el rey Ésper y su despiadado hermano Kroh.

Todo aquello acabó mal para la ciudad estado llamada Arribada, que pasó de ser una población próspera, a un vertedero formado por edificios ruinosos y gentes viles que solo luchan por su supervivencia. Todo parece cambiar al surgir una pequeña esperanza cuando aparece el joven heredero al trono, pero a la vez surge de nuevo el peligro del enemigo que acabó con la ciudad y sus esperanzas, que hasta ahora había estado atrapado, gracias a la magia, junto a sus cien mil soldados, los cien mil errantes.

Como en toda buena historia fantástica, también tenemos magia y seres capaces de cambiar su forma, que luchan de forma despiadada sin importar a cuantos inocentes hagan sufrir. Cuenta con todo aquello que hace atractiva esta clase de historia al buen aficionado al género.

La pluma de Ramón es clara y concisa. No se pierde en soliloquios que no nos llevan a ninguna parte y que provocan que la historia se alargue y produzca tedio en el lector. No, Ramón va directo al grano, nos narra batallas con la misma precisión y elocuencia que narra un duelo. Sus personajes están bien tratados, y sus cortos capítulos hacen avanzar la historia de forma tan ágil que cuando nos demos cuenta, ya habremos acabado la novela.

Los diferentes hilos, protagonizados por distintos personajes, no llevan a la confusión en ningún momento. Quien lee sabe perfectamente en todo momento donde se encuentra, y las historias de estos personajes, que interaccionan entre ellos, encajan como piezas de un puzle perfecto, dando profundidad y credibilidad a cada una de las subtramas.

El trabajo del ilustrador Osmar Villarruel resulta impactante por el trazo limpio y realista de cada uno de sus dibujos. Como señalo más arriba, el complemento perfecto para esta entretenida novela.

El inconveniente del libro es que es un primer tomo, y cuando más metido estás en la historia, te das cuenta de que se ha acabado. El autor ha anunciado que su segunda parte está al salir, espero que sea así, y no tengamos que estar mucho esperando a la resolución.

Me sorprende que Ramón se haya tenido que decantar por la autopublicación, cuando la historia tiene muchos atractivos como para llamar la atención de las editoriales convencionales. Deseo que tenga suerte y que llame la atención de estas y pueda dar más difusión a una novela que lo merece.

Novela de Fantasía ligera que cumplirá con las expectativas del aficionado al género, y que gracias a estar dirigida a todos los públicos, es de esas historias que crean afición, resultando ideal también para lectores nóveles que quieran ir entrando en el género.

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