El colombiano William Ospina (1954), quien ya demostró su capacidad de usurpar la identidad de los colonizadores españoles en su obra anterior Ursúa (La otra Orilla), lo ha vuelto a hacer con El país de la Canela. Ha vuelto a recrear palmo a palmo el Nuevo Mundo colocando en su sitio cada grano de arena de la playa, cada oleaje espumoso, cada árbol, planta, animalillo o insecto. Y, como no, cada ser humano es dibujado en su plena esencia: los españoles, los incas, los indios del amazonas. Incluso en su pequeño periplo por el Vaticano oímos el eco de los pasos cardenalicios en cada escena. (más)
La trama es sencilla y se autodefine en el propio texto: “tantos hombres de España, tantos indios, tantas llamas, tantos perros, tantos cerdos subiendo por esas pendientes de viento helado […] tanta gente dispuesta a morir por un cuento, por un rumor [… ] salimos a buscar el País de la Canela”(85).
La expedición guiada por Gonzalo Pizarro, financiada con el oro inca que partió de Quito en busca de los bosques rojos de la canela y que no encontró más que sucedáneos aislados en la selva, inicia el regreso, no sobre sus pasos sino siguiendo adelante hasta cruzarse una y mil veces con un afluente amazónico. La historia de la barcaza que se construyó para buscas víveres y que en dos o tres días volvería, se convirtió en la primera travesía del Amazonas durante ocho meses para desembocar en el Atlántico.
El previo, el durante y el después de esa terrible aventura es narrada por uno de sus protagonistas, quien cerrando el ciclo de su vida, veinte años después vuelve al punto de partida.
Relato denso, profundo, untuoso y especiado de un riquísimo vocabulario, donde cada palabra y cada frase requiere una lectura reposada, masticar todas las letras para exprimir los senderos filosóficos ocultos en todas ellas. Verdaderas puertas a otros cuentos y a otras vidas, compendio de la sabiduría clásica de la época. Se construye así un libro claustrofóbico como la selva, pero cultísimo como el renacimiento, mezclando todo lo conocido desde el punto de vista intelectual y antropólogico.
Ospina nos habla con un castellano actual, evitando los giros propios de aquel tiempo, sintiéndonos cercanos a todos los personajes, quienes hablan, sienten, viven o mueren como nosotros.
Triunfante novela que requiere mucho tiempo para digerir sus poco más de trescientas páginas, supone un monumento literario inmenso que culminará pronto con la tercera parte de la trilogía, ésta sí de culto.
Buena y completa reseña con una prosa muy ad hoc al comentario.Libro embrujador por su prosa rica y barroca que actúa como un mantra y nos lleva a épocas remotas de nuestra Historia. Inmenso placer de lectura. Me permito el envío de mi reseña sobre el mismo libro:
https://pasiondelalectura.wordpress.com/2013/03/07/el-pais-de-la-canela-de-william-ospina/