Desgraciadamente, el erario no le duele a la mayoría de quien lo gestiona. Se despilfarra y se desfalca, ya sea con subterfugios o descaradamente, la mayoría de las veces disfrazado de buen uso por el bien del contribuyente. Esto ocurre desde que a un lumbreras, egipcio más concretamente, se le ocurrió que debíamos pagar impuestos allá por el 3000 AC, año arriba, año abajo.
Pero tuvo que llegar alguien nacido cinco mil años después para bautizar a esta actividad con el término más acertado que se ha usado para tal fin: el «pormishuevismo».
El acuñador de tan acertado término es Erik Harley. Investigador, divulgador, experto en Estudios Urbanos y graduado en Bellas Artes. Y es que los conocimientos de Erik no son para nada baladís ni son postureo. Cualquiera que lo siga en sus RRSS, o lo haya visto en las numerosas colaboraciones que realiza en diferentes medios de comunicación dentro de conocidos programas, se da cuenta inmediatamente de sus conocimientos en la materia. Aunque su desenfadado tono y divertido estilo pueda conducir a engaño y parecer frívolo, detrás se nota que existe un arduo y serio trabajo de investigación en cada caso que analiza del despilfarro empleado en innumerables proyectos urbanísticos en forma de obra civil, edificio u ornamento.
Con cifras y datos precisos, nos informa de manera exhaustiva de quién otorgó a quién determinado proyecto como del presupuesto que se le atribuyó; de a cuánto aumentó dicho gasto inicial así como del resultado final, la mayoría de las veces con taras que multiplicaron ese ya de por sí hinchado importe. Todo muy bien explicado —quién dude de sus palabras, recuerde que se tratan de proyectos públicos por lo que cualquiera puede acceder a dicha información—, argumentado, y lo mejor, de forma amena y divertida. Mención aparte merece el repaso de la obra que realiza a menudo de un conocido arquitecto de fama mundial, cuyo nombre empieza por «S» y termina por antiago Calatrava.
Si la picaresca y corrupción forman parte de nuestro ADN —como indicaba ya por aquel entonces anónimo en el no tan desconocido Lazarillo de Tormes—, y la ejercen sin miramiento aquellos a los que permitimos administrar nuestros tributos, imaginaos lo que se debe esconder cuando juntamos estos términos al mundo futbolístico. A ese circo que adormece a las masas cuando de lo mundano se trata, pero las altera cuando a sus colores incumben.
Es por ello, que a pesar de no haber visto yo un partido de fútbol en mi vida, no me he querido perder esta obra donde Erik repasa la historia de veinte catedrales donde el dios al que se venera es de forma esférica.
Este interesante libro, editado por Random cómics, resulta muy llamativo ya de entrada por la forma en la que recuerda a un fanzine, tanto por su grafía, como por su maquetación y por el contenido que se adjunta al tema principal.
Uno a uno, hasta llegar a veinte, cada estadio aparece a modo de capítulo. Encabezados por la foto aérea de cada uno de ellos, con un pie de foto en el que aparecen los datos más significativos como el de su nombre completo, el número de espectadores que puede albergar, a quién pertenece —en la mayoría de los casos vemos como es el ayuntamiento del equipo residente el que ostenta la propiedad, algo que debe indignarnos al ver como se dilapidan millones públicos—… en el que Erik nos hace un ligero pero intenso repaso por la historia de cada coliseo, así como por los personajes (léase presidentes) que en muchos casos se lucraron y dejaron las arcas del equipo como la cartera de un pensionista a día 20. Todo ello aderezado con anécdotas y con una narración divertida que es ya marca del autor.
Al acabar cada uno de estos capítulos, encontramos información de las rutas pormishuevistas que Erik realiza a lo largo del país en sus diferentes variantes, pero con ese nexo corrupto y despilfarrador común, completando así el aspecto de fanzine al que aludía anteriormente, en el que también podemos encontrar divertidos pasatiempos que enfatizan dicho formato.
Tanto si sigues la trayectoria de Erik Harley, como si no has oído hablar de él, pero te importa lo que se esconde detrás de esos agujeros negros monetarios en forma de estadios, entre los que seguro se encuentra aquel del equipo al que gritas y animas los fines de semana, este es tu libro. Donde, gracias a la forma de contárnoslo este joven autor, conseguiremos indignarnos pero sin borrar la sonrisa de nuestros labios.