Tras el éxito de Un hipster en la España vacía y La muerte del hipster, Daniel Gascón vuelve con un libro de relatos que dejan entrever su cara más sagaz.
De regreso en el pueblo de su infancia, un escritor joven se reencuentra con su primer amor y mientras su mirada se pierde en las estribaciones del Maestrazgo se pregunta cómo sería vivir allí, junto a esa mujer y su hija, como en un cuento de Alice Munro en el que, por un momento, le gusta imaginarse. En este intersticio entre lo que se vive y la proyección de lo que podría ser o haber sido, habitan él y los demás personajes de una colección de cuentos que tiene algo de novela de aprendizaje y disco de divorcio.
Un hombre fantasea con ejercer de padre de la hija de una amiga y con una nueva vida que podría transcurrir entre ir al parque, elegir colegios y comprar libros infantiles, o quizá, incluso escribirlos, como R. L. Stevenson. Un comercial con vocación de escritor imagina como lectora ideal de su novela a una compañera de oficina que es su interlocutora literaria. Unos adolescentes caminan hasta el pueblo vecino, donde las chicas de su curso han quedado con un grupo de macarras, y el hastío de final de verano da pie a una aventura con desenlace afortunado. Un escritor evoca un verano de adolescencia cuando de visita en casa de sus abuelos gallegos vive una historia de amor cuya intensidad hace que, por un breve período de tiempo, parezca definitiva. Un futbolista oculta su profesión cuando, con ayuda de un amigo, liga con una camarera que estudia teatro. Un periodista recibe en la madrugada la inquietante llamada de un vecino que se queja por los ladridos del perro y amenaza con matar al animal mientras él trabaja en la ciudad y su esposa y su hijo pasan el verano en el pueblo. Dos escritores y amigos de toda la vida recorren de noche la autovía de Zaragoza a Madrid porque uno de ellos no quiere perder a su novia. Un marido finge un adulterio y a través de esta fantasía se asoma a las grietas de su relación conyugal. Una traductora a punto de separarse recibe la visita de su padre, y a la luz de este vínculo el paso del tiempo cobra un nuevo sentido. Un padre joven cuyo matrimonio muestra señas de desgaste escucha las voces de sus vecinos, una familia aparentemente feliz, que se cuelan en el interior de su hogar. Una mujer no puede evitar imaginar las posibles muertes de su marido ni consigue descubrir en qué momento se estropeó su matrimonio. Un hombre tiene en su horizonte la idea del divorcio, pero aplaza el fin de su relación y otro pasa el verano en que su matrimonio se derrumba viendo comedias clásicas de Hollywood y leyendo ensayos filosóficos hasta que una noche entiende lo que le sucede gracias a un libro sobre las emociones que le han recomendado en la escuela a su hija pequeña.
De la memoria de la infancia en un pueblo rural y los aprendizajes de juventud a las responsabilidades y los desencantos de la adultez, los cuentos de El padre de tus hijos ahondan en el personal universo literario de Daniel Gascón y desde aquella tenue línea que separa a lo acontecido de las especulaciones y fantasías que pertenecen al orden de lo imaginado, hablan del paso del tiempo, de las expectativas, del júbilo del amor y de la devastación cuando termina.
Tras el éxito de sus novelas que narran las aventuras de un hipster en la España vacía, Daniel Gascón vuelve al cuento, el género con el que inició su carrera literaria dos décadas atrás. Los dieciséis relatos que componen El padre de tus hijos son, a su vez, un regreso al que a estas alturas puede definirse como el territorio personal del escritor: Zaragoza, la familia, los amigos, los amores, el futbol, los pueblos de Teruel y la literatura misma. A diferencia de sus primeros libros de cuentos, sin embargo, en este nuevo volumen los aprendizajes juveniles pertenecen al pasado, a la memoria, y son la antesala de historias protagonizadas por hombres y mujeres que, entre la ilusión, la decepción y el desconcierto, constatan que hacerse adulto no tiene que ver con una conquista de la estabilidad sino, como dice la narradora del relato “La entrevista”, con la toma de consciencia de que la incertidumbre es el principio que rige nuestras existencias.
De la evocación de los amoríos de verano que un día parecieron perdurables a las parejas adultas al borde de la disolución, la intimidad de unas vidas corrientes se convierte en la materia literaria de unos cuentos en los que lo autobiográfico se desliza con una sutileza que difumina los límites de la ficción. Gascón indaga en una realidad cercana y reconocible que, a simple vista, no contiene misterio pero que en cada historia no tarda en revelar sus grietas, ese permanente desajuste entre lo que se vive y aquello que se imagina o proyecta. En los titubeos, los desencuentros, las fantasías, los malentendidos o las mentiras de sus personajes se abren resquicios a través de los cuales nos asomamos a conflictos cotidianos que se traman allí donde, muchas veces, los deseos y las expectativas ceden paso a los fracasos. «Lo importante de la conversación es lo que no se dicen», piensa el protagonista de “Todos bien”, otro de los cuentos de la colección, y esta frase recorre tácitamente unas historias que cobran sentido, precisamente, en la elipsis, en aquello que no se nombra pero se sugiere sin estridencias en un gesto, un silencio, un pensamiento que apenas se insinúa en medio de la noche. La narración elusiva conjugada con una prosa límpida, sin florituras sintácticas de más, y una gran capacidad de condensación hacen de Gascón un escritor que brilla en la forma breve; y si los cuentos de primeros amores y aventuras veraniegas transcurren con la aparente ligereza y un aire melancólico dignos de una película de Éric Rohmer, la influencia de grandes referentes del relato como John Cheever, Raymond Carver y Anton Chejov, maestro de todos ellos, se deja entrever a lo largo de una obra poblada de personajes que, con más humanidad que certezas, deben confrontarse con los anhelos, las responsabilidades y la fragilidad de las relaciones.