No sé si se puede catalogar de burbuja la irrupción, de un tiempo a esta parte, de la novela negra nórdica. Es cierto que dentro de nuestras fronteras hay grandes autores del género, y que no tienen nada que envidiar a los de países más septentrionales. Pero es cierto que los misterios acontecidos en ellos tienen el atractivo que les confiere ese clima helado. Así como sus protagonistas, que suelen ser más fríos y distantes que los que habitan en tierras más cálidas. O al menos esa es la impresión particular que me transmiten. Puede que sean esos escenarios uno de los motivos por los que me atraen tanto este tipo de novelas. Huelga decir que entre tanta oferta, muchas veces decepcionan esos misterios que han de resolver, y que no todo lo publicado alcanza la cota para satisfacer al buen aficionado al noir. Quizá por ello es bueno leer alguna reseñas de vez en cuando, y aunque estas no dejen de ser más que la opinión de alguien, puede que a través de ellas podamos filtrar y decantarnos por lecturas que cumplan, o se acerquen más, a nuestras expectativas. Mi humilde opinión solo es avalada por la lectura de mucha novela negra, que creo que no es poco.
Como de sinceridad se trata, he de seguir siendo fiel a esta, y confieso que cuando me enteré de que Katrine Engberg es bailarina y coreógrafa, no tuve mucha fe en su valía como escritora policíaca. Ay, malditos prejuicios. Leí que su primer libro fue publicado en 2006, y que no se trataba de una obra de ficción. Pero que no fue hasta 2016, cuando publicó «La estrategia del cocodrilo», su primera novela, que su faceta como escritora se antepuso a la del quinto arte.
En nuestro país se publicó en 2020, y ya en ese tiempo se había hecho un nombre en Dinamarca como novelista tras la publicación de «El juego de la mariposa», donde la inspectora Anette y su compañero Jeppe se encargarían de resolver un nuevo caso. Forjando con ella la denominada «Saga de Copenhague». «Error de cálculo» sigue la estela de sus antecesoras, creando de nuevo una trama repleta de giros sorprendentes, y cuya experiencia le sigue dando solidez a sus relatos. Aunque las comparaciones, en su mayoría, son odiosas, pronto tendrá el nivel del mismísimo Jo Nesbø, y no solo de sus inicios, los cuales alguno le atribuye ya.
En esta ocasión han de encargarse de la desaparición de un adolescente al que parece haberse tragado la tierra. Todos presuponen que se trata de una chiquillada para llamar la atención, pero nuestros protagonistas evidencian señales que les indican que no puede ser algo tan sencillo, puesto que sus adinerados padres ya habían sido víctimas de amenazas en el pasado. Esto no es más que la punta del iceberg, donde la pareja de inspectores encontrarán más de lo que creían en un principio. Nos reencontraremos también con la escritora Esther de Laurentis, así como continúan los entresijos de la vida privada de nuestros protagonistas.
A pesar de ser la tercera novela que forma parte de la saga, al tratarse cada una de ellas de casos sin relación entre sí, podremos leernos esta nueva entrega sin necesidad de haber leído las anteriores. Es recomendable, por los hilos protagonizados por los personajes habituales, pero no imprescindible. Esto se solventará rápido, ya que su lectura resulta tan adictiva que en cuanto acabemos el libro, acudiremos a adquirir las dos entregas anteriores.
Novela ágil y fácil de leer, que nos engancha desde la primera página y no soltaremos hasta el final. Con una trama emocionante, personajes bien construidos y creíbles, que no están dotados de típicos clichés de una inteligencia y sexto sentido fuera de lo común, sino todo lo contrario, son sus propias inseguridades y defectos que los hacen tan creíbles y entrañables.
Lectura ideal para esta época del año en la que sumergirnos y con la que tendréis la excusa perfecta para evadiros de eventos familiares y falsos buenos sentimientos.