Weschler tal vez no sea un escritor muy conocido dentro de nuestras fronteras. Principalmente porque no es a la novela a lo que destina su literatura. Este reputado escritor y articulista se decanta más por el ensayo y el trabajo de investigación. Ha sido muchos años colaborador de la prestigiosa revista The New Yorker, en la cual se movía entre la política y la cultura. Doble ganador del prestigioso premio periodístico George Polk Award, también ha sido finalista en los premios Pulitzer y National Books Critics Circle gracias a la novela que hoy reseñamos.
De sus libros, hay varios que pertenecen a una serie llamada Passion and Wonders, entre los que se encuentra «El Gabinete de las Maravillas de Mr. Wilson». Este libro fue publicado en 1995, y ahora Impedimenta hace posible que podamos disfrutar de esta obra que cabalga entre la ciencia y la imaginación.
En él realiza un exhaustivo trabajo de investigación sobre un museo muy peculiar. Inaugurado en 1988, en la ciudad de Los Ángeles, se exhiben maravillas increíbles que parecen salidas de un mundo mágico. Entre sus elementos encontramos: una hormiga a la que un hongo le sobresale de su cabeza, que la convierte en zombi, dirigiéndola a una muerte segura, permitiéndole al hongo su reproducción; un murciélago, con una protuberancia en su morro, a modo de antena para amplificar su sentido de orientación, capaz de atravesar el plomo; un hueso de ciruela en el que se encuentra tallado un músico en primer plano, con la recreación de la crucifixión de Jesús al fondo, en un increíble paisaje en el que habitan animales dispares; cuernos que fueron seccionados de cabezas humanas; tallas perfectas dentro del ojo de una aguja…
Lawrence Weschler tuvo la oportunidad de visitar dicho museo, el cual lleva como nombre auténtico «Museo de Tecnología Jurásica», regentado por David Wilson. Fue tal su fascinación, que visitaba sus instalaciones tantas veces como viajó a la ciudad de Los Ángeles por dispares motivos. Y como le parecía tan irreal lo que allí encontró, se vio obligado a indagar si lo que se mostraba en aquel edificio era real, o meros reflejos de la fecunda imaginación del señor Wilson.
En este libro muestra las distintas conversaciones que mantuvo el autor con el creador de tan singular centro. Lo que le llevó a iniciar su odisea en pos de la veracidad de lo que este afirmaba que eran la mayoría de lo expuesto. Para su sorpresa, pudo comprobar de primera mano, la fidelidad de lo que Wilson afirmaba, o al menos de la mayoría de ello. habló con diferentes expertos, que si no confirmaban dichos fenómenos, se le aproximaban bastante. Todo ello demostrado empíricamente por estos expertos, o por el testimonio reflejado en la amplia bibliografía que tuvo que repasar, ya que la historia de este tipo de museos se remonta a la era del Renacimiento. Hubo, en aquella época, una proliferación, si no de museos, sí de colecciones privadas, que se componían de todas las maravillas que llamaban la atención por su rareza. Hay que señalar que por aquel entonces la ciencia y la fantasía casi convergían al resultar que la primera aun desconocía muchos hechos que hoy damos por sentados. Hoy día estamos más que acostumbrados a ver cuernos de rinocerontes y de «unicornios marinos», conocidos como narvales, pero que por aquel entonces podían parecer maravillas imposibles simplemente por no resultar cotidianas. El descubrimiento del continente americano contribuyó mucho al contenido de estas colecciones, puesto que era una fuente inagotable de animales, plantas y objetos nunca vistos en el viejo mundo. Como aparece en el mismo libro: […] no es hasta mucho más tarde, en el siglo XIX, cuando puede verse la división en arte, historia natural y museos de tecnología. Pero en las primeras colecciones, uno tenía las maravillas de Dios expuestas allí, codo con codo con las maravillas del hombre, ambas presentadas como aspectos de la misma cosa, lo que equivale a decir: «la Maravilla de Dios» […] el gabinete de las maravillas, en el cual la palabra maravilla se refiere tanto a los objetos exhibidos como al estado subjetivo que estos objetos inevitablemente inducen en sus respectivos espectadores […]
Sus doscientas páginas se hacen muy amenas de leer, siguiendo junto a Weschler en las pesquisas que realizó tratando de verificar tanto si lo que relataba Wilson era veraz, como lo allí mostrado real. Todo ello aderezado con fotografías y grabados de algunos de estos fenómenos expuestos, así como de los protagonistas que hicieron posible el conseguir dichos objetos, varios decenios y siglos atrás. A lo largo del texto encontramos una serie de asteriscos que nos indican que al final del libro, en una serie de notas, nos amplia la información de cada hecho o testimonio. Estas notas consiguen dotar de mayor interés, si cabe, a toda la obra.
Ensayo sobre un lugar peculiar no solo por lo que contiene, también por como llegó a existir, y que pone a prueba nuestra propia credibilidad, porque cuando llegues a su final albergarás también las dudas de si realmente pueden existir estas maravillas asombrosas.