Ochenta judíos recluidos en el campo de trabajo de Heidenburg no tienen espacio para sobrevivir en su barracón y deciden enviar una delegación a solicitar soluciones al jefe del campo. Este les responde que en pocos días no tendrán ese problema. Cada dos días uno de ellos saldrá y no volverá al barracón, se suicidarán con la pistola del comandante tras ser torturados. Sabiendo su destino en el interior del mismo comienzan las deliberaciones. Por un lado está el ortodoxo Aschkenasy quien recuerda los salmos davídicos en los que se dice “Mía es la venganza, yo pagaré” dando a entender que ellos ya serán vengados por el Dios de Israel. Otros creen que al tener la pistola en sus manos para suicidarse bien la pueden usar contra su asesino aunque después acaben igualmente muertos.
Esas deliberaciones ocasionarán diversas sorpresas cuando vayan a ser llamados los siguientes hombres quienes tendrán en sus propias manos su destino.
Soflama combativa que llamaba a la rebelión a quienes no podían leerla mientras sus correligionarios norteamericanos miraban hacia otro lado. Gran esfuerzo baldío de Torberg que ni siquiera sirvió para acelerar la liberación de sus amigos al otro lado del Atlántico y que sirve de ejemplo para la sociedad actual donde todos se hacen el ciego cuando alguien sufre. Incluso nos traslada el carácter entregado de los judíos a quienes sufrimos en silencio la crisis económica sin hacer nada contra sus causantes.
Completa el volumen El regreso del Golem una interesante ficción sobre la Praga nazi que demuestra que investigar la nula germanidad de los judíos es negar la germanidad de los arios.
Un punto de vista diferente del holocausto que invita a la reflexión actual.
Marc Canela
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