Cuando veo que la trama de una novela se desarrolla en un escenario cercano al lugar del que soy, lo considero un aliciente más para sumergirme en su lectura. No pienso que se trate de una cuestión chovinista. Es más la atracción de imaginar relatos extraordinarios en paisajes familiares donde se me hace difícil ubicar hechos que escapan a la cotidianidad. Esto me hace ver mi entorno de forma diferente; más interesante.
Es por ello que me llamó la atención la novela de Jota Linares. Un thiller que transcurre en la sierra gaditana, escrita por un habitante de uno de esos pueblos blancos tan bonitos, concretamente Algodonales. Y que transcurre en Laguna, pueblo ficticio que es un compendio de algunos reales. Tenía que leerlo sí o sí. Pensé que me gustaría, que sería entretenido y atractivo al resultar cercanos los paisajes descritos en ella. Al final no puedo decir tan solo que me haya gustado, sería injusto para esta novela definir con tan paupérrima expresión lo que ha sido para mí su lectura. Es de justicia proclamar que me ha conquistado, me ha emocionado, me ha hecho llorar, me ha hecho reír, me ha sorprendido, me ha encantado.
He de aclarar que he usado el término «thriller» porque es así como aparecía etiquetada. Esa fea manía de etiquetarlo todo para que nos sintamos cómodos en un mundo ordenado donde cada cosa tiene su lugar. Porque en realidad yo no sabría etiquetar esta esplendida novela. En ella encontramos amor, ternura, deseo, dolor, culpa, decepción, redención. Pero sobre todo, mucha mucha esperanza. Sí, también hay un asesinato y un misterio que añade más emoción a la lectura, y un giro final que nos sorprenderá como las mejores historias de género. Pero yo no me quedo con la acción, me agarro a las reacciones que provocan esta. Historias humanas que Jota nos hace llegar por medio de una prosa tan intimista, que más que una historia parece que nos revela un secreto. Es como si su narrador omnisciente susurrara al oído una historia tejida solo para su confidente. Porque no puedo imaginar otra forma de hacernos llegar esta historia de amistad y relación materno filial.
Y es que nuestro protagonista, Ismael, un director de cine marcado por la sombra de su fracaso, ha de regresar a ese pueblo que dejó atrás, —no solo en la distancia física— por una razón que hace aun más difícil su retorno. La causa: la enfermedad de su madre, ha de despedirse de ella. Durante este amargo trance se reencontrará con todo aquello que dejó atrás. No solo dejaba Laguna, el pueblo donde se sentía atrapado, también a sus amigos Natalia, Raúl y el Zapata. Rememorando el último verano, el verano del muerto, irá descubriendo que no todo era lo que parecía al mirar el pasado con los ojos de otros. Algo extraño se esconde tras aquel asesinato acontecido dieciocho años atrás.
Intercalando el hilo del presente con el del pasado, el autor va narrando la historia de aquel verano en el que los cuatro jóvenes dejaban atrás el instituto para comenzar una nueva etapa en la que los estudios universitarios son la excusa para volar, por fin, lejos del pueblo que sienten que se les ha quedado pequeño. Cada cual con sus sueños afrontarán el dejar de ser niños para convertirse en los adultos que siempre soñaron que llegarían a ser. Pero no contaban que por muchos planes que hagan, el destino teje para ellos otros a su antojo, y que no siempre tienen que coincidir con los imaginados.
A través de sus ojos, Jota Linares traza una historia donde mezcla recuerdos propios con otros que le hubiera gustado vivir; de relaciones que ligan las vidas de estos cuatro jóvenes con el entorno en un momento crucial, el paso de la niñez a eso que idealizamos y termina decepcionándonos llamado ser adulto. Recorre las interacciones con nuestros mayores, esos gigantes que idealizamos de pequeños, tanto como denostamos cuando crecemos, y comprendemos cuando llegamos a ser uno de ellos. Descubrimos junto a Ismael que hay muchas formas de amar, no todas correctas, y que existen secretos que pueden tanto unir como separar a las personas. Todo ello narrado de una forma íntima y sencilla. Contado de forma muy cinematográfica, el autor demuestra que su imaginación ha sido nutrida por su experiencia dentro del medio. No en vano es director de cine y guionista, teniendo en su haber la realización de varios cortometrajes, entre ellos muchos premiados, y que va ya por su tercera película. Cintas que no he tenido aun el placer de visionar, pero que ya me he apuntado. Así que no sé si a través de las imágenes narra de igual forma que con su puño. Aunque sigo prefiriendo las palabras escritas cuando son historias así las que me cuentan, porque me acompañan y disfruto las más tiempo, y ojalá no sea esta, su primera novela, también la última, ya que historias como esta son las que nunca deben dejarse de contar de esa forma íntima y cercana que solo un libro te hace llegar.