Sobre la deslumbrante tramoya histórica del Japón de los siglos XVIII y XIX, sitúa Mitchell las vicisitudes del contable holandés Jacob de Zoet, recién llegado a la isla artificial de Deshima en el puerto de Nagasaki, como empleado de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales. El propósito inicial de Zoet es hacer dinero en cinco años para poder casarse con su prometida pero –como no podía ser de otra forma- el destino obstaculiza sus planes interponiendo en ellos a la subyugante Orito Aibagawa, una inteligente comadrona que estudia Medicina junto al borde Dr. Marinus, algo así como un precursor de Doctor House con cojera incluida. La historia de amores imposibles dispara el suspense impulsándolo a través de un exótico tinglado de conspiraciones y enigmas al más puro estilo gótico, pero entre cuyos intersticios se remansan disquisiciones sobre el bien y el mal, sobre el honor, la nostalgia y, fundamentalmente, sobre las complejidades de la interacción cultural. Mitchell estira hasta el agobio el desafío de la comunicación y es aquí cuando la novela roza la metaliteratura: lo traducido no puede ser sino ficción. Nada más llegar a la isla, Jacob se topa con un zarzal de intérpretes autóctonos que campan por la isla apremiados por misiones asignadas en función de inexpugnables jerarquías. Tan prohibido como el protestantismo que profesa de Zoet está enseñar japonés a los extranjeros, por lo que el desasistido contable se verá obligado a buscarse la vida, encontrándose a menudo tan “lost in translation” como lo estaba Bill Murray en la película de Sofía Coppola, igualmente ambientada en Japón, y a la que Mitchell parece lanzar un guiño desde dos siglos ago.
Acaso el éxito de esta absorbente novela sea que Mitchell no se ha propuesto reinventar nada, limitándose a adaptar recursos de probada eficacia para engancharlos a los nuevos tiempos. Ejemplo: el episodio en que Orito ingresa en el templo de las montañas regido por arbitrarias reglas enlaza, nada más y nada menos, con la saga Harry Potter de J.K Rowling. Un parentesco sutil, estrambótico y cautivador.
Resta subrayar las agradecibles perlas de exquisito humor inglés, así como la camaleónica habilidad con que Mitchell cambia de registro lingüístico según el personaje –hay cientos- sea patrón, escribano, doctor, o marinero, loable muestra de respeto hacia el lector mínimamente exigente.
Una última curiosidad: El atlas de las nubes será llevada al cine el año próximo con Halle Berry, Tom Hanks y Nathalie Portman como protagonistas. No les extrañe que Mil Otoños acabe también refundida en una de esas eximias series a las que las productoras británicas nos tienen acostumbrados.
LALE GONZÁLEZ-COTTA
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Fantástica reseña, me ha parecido un libro, cuanto menos, interesante.
Un saludo y gracias