Hoy día la novela negra está en auge. Podemos decir que existe un catálogo casi infinito en el que se ofrecen tantos estilos de noir como tipos de lector, partiendo desde el más amable hasta el más escabroso; desde el sencillo, hasta el más enrevesado repleto de giros que no paran de sorprender. Los nórdicos se han ganado una más que merecida fama en esto de marear al lector en pos del culpable; la novela negra tanto británica como americana también puede presumir de tener a grandes escritores entre sus filas, no es necesario nombrar a los clásicos. Pero no debemos menospreciar a nuestros autores patrios. Dentro de nuestras fronteras hay muy buenos escritores de género que no tienen nada que envidiar a los extranjeros. Es una española, precisamente, la responsable de Los pies fríos, y no solo quiero destacar su calidad en eso de narrar crímenes cometidos, también quiero subrayar la manera tan personal que posee a la hora de contar sus historias, superando en originalidad no solo al resto de sus compatriotas, también a los de fuera de nuestras fronteras. Y es que Beatriz fascina con una narrativa tan árida y seca como el propio desierto de donde proceden sus personajes.
En esta, su tercera novela, nos narra como a Harry Butterfly nunca le sonrió la suerte, tal vez nacer en El Paso del Escorpión y el viento que allí sopla, con su perpetuo zumbido, marcó su destino. Sigue encerrado esperando que le llegue la muerte a la que un juez le condenó hace veinte años. Olivia, Wendley, una de las agentes de policía que siguieron el caso, lo visita buscando una explicación al acto que realizó. A través de ello, Harry tendrá que retroceder en su memoria mucho más allá de lo acontecido aquel día. Tendrá que rememorar hasta su más tierna, y breve, infancia si quiere encontrar una explicación a sus más terribles actos. Una historia de encuentros y desencuentros donde sus personajes se desenvuelven entre sectas religiosas y ágapes farmacológicos.
Nos hace llegar la historia de Harry Butterfly a través de una cronología en apariencia caótica, pero para nada desordenada. Intercalando pasajes de ese libro que escribió el periodista, que dice haber resuelto el caso, con los hechos narrados por el protagonista, el culpable, el asesino, el alma condenada tanto de forma tan metafórica como literal. Testigo es el corredor que lleva años esperándolo para su último recorrido. Cuyos actos en primera persona son más fieles a la verdad que los narrados por el escritor tras el filtro sensacionalista. La narrativa tampoco obedece un orden cronológico. Los hechos irán saltando de un punto temporal a otro como la propia memoria, que no sigue un orden establecido. Pero que dichos recuerdos al final convergen en un punto común, donde la coherencia es irrefutable. Al contrario de lo que pueda parecer, en ningún momento ni nos perdemos ni nos apartamos del hilo narrativo.
Escritora que escapa de lo convencional, no dejará al lector indiferente. Como ella misma cuenta en su epílogo: lo canónico le importa un pimiento. Lo demuestra saltándose esos cánones en los que se apoyan los estudiosos a la hora de “instruir” a futuros escritores. Pero Beatriz demuestra que esas normas son como las de la fotografía, que están ahí para saltárselas, y que es el ojo del fotógrafo el que debe innovar a la hora de narrar con la imagen, lo mismo ocurre con el lenguaje. No creas, posible lector de Beatriz, que la historia pierde coherencia, nada más lejos, porque la autora conoce el oficio, no en balde esta periodista es también profesora de literatura. Demuestra una gran maestría a la hora de usar el lenguaje como herramienta para transportarnos a paisajes tan inhóspitos y hostiles como sus gentes.
Novela que fascina desde sus primeras páginas creando expectación, provocando que no podamos abandonar sus apenas doscientas páginas compuestas por capítulos tan breves, que podemos encontrar cuatro de ellos en una sola cara.
La propia autora se autoproclama como nefasta crítica literaria, porque su criterio se limita a decir: esto ruge o esto no ruge, esto lo siento verdadero o no. Y yo te digo, Beatriz, que esto ruge y se siente muy verdadero.