Michael Conelly es de sobras conocido tanto por su novelas, como por las adaptaciones, tanto a pantalla grande como pequeña, de estas. Su adaptación más conocida es la basada en la saga de su vehemente detective de robo y homicidios de Los Ángeles, Harry Boch. La cual podemos disfrutar a través de plataformas. Dos han sido las adaptadas al cine: “Deuda de sangre”, dirigida, producida y protagonizada por Clint Eastwood en 2002; y “El inocente”, cuyo protagonista es Michael Haller, encarnado por Matthew McConaughey en 2011 (también disponible en plataformas). Esa vez fue “El inocente” la novela de la que se aprovechó la trama para dicha adaptación. Esta era la primera novela de la saga que protagoniza este abogado adorado y odiado a partes iguales por todos aquellos que lo rodean.
“El veredicto” sería la segunda novela de dicha saga. Salió publicada por primera vez en 2008, y ahora, con la ocasión de la adaptación en formato serie de las andanzas de tan carismático picapléitos, AdN vuelve a publicarla y así brindarnos la oportunidad de disfrutar el libro en el que se basa la serie de Netflix “El abogado del Lincoln”.
Yo he de confesar que aun no he visto ningún capítulo de la adaptación, primero porque quería leer antes la novela —para poder criticar las adaptaciones siempre hay que leer la obra escrita antes— y segundo porque me gustó tanto la actuación de Matthew McConaughey como Mickey Haller que Manuel García-Rulfo, el encargado de interpretarlo en esta serie, no me convence, y ya se sabe, las comparaciones son odiosas, pero inevitables.
En este segundo libro protagonizado por Haller, su situación empieza a mejorar después de dos años repletos de altibajos. Al fin se siente capacitado para volver a los tribunales. Es entonces cuando recibe la noticia de que su colega Jerry Vincent ha sido asesinado, legándole a él todos los casos que llevaba el abogado fallecido en ese momento. Entre ellos se encuentra el del magnate del cine Walter Elliot, acusado de asesinar a su mujer y al amante de esta. Dentro de la desgracia es un toque de suerte para Mickey, ya que este caso es el que le podría encumbrar de nuevo dentro de la profesión, hasta que se entera de que el asesino de Vincent también podría ir a por él. Es entonces cuando un viejo conocido de la obra de Conelly entra en escena, provocando un sorprendente y agradable crossover. Y es que el encargado de investigar la muerte del abogado es el detective Harry Boch. El primer encuentro entre estos dos interesantes personajes no es muy halagüeño, pero pronto se dan cuenta de que tendrán que colaborar para sobrevivir uno, atrapar al asesino el otro, descubriendo que les une algo más que el caso.
La novela, como nos tiene acostumbrados el autor, es muy entretenida y emocionante. Me sigue fascinando esa facilidad con la que trasmite toda esa vorágine legalista en la que en la pluma de otros escritores podría ser un barullo que se nos haría bola, aburriría o ralentizaría la trama. Pero Connelly, al explicarla a través de los ágiles diálogos y las situaciones, las hace amena y muy interesantes. Tanto que te terminas preguntando si esos vericuetos son también válidos en la justicia de nuestro país, lo que nos lleva a curiosear y a aprender. Otra baza que hace tan adictiva la novela son sus personajes. La mayoría muy carismáticos, y que nos atrapan desde el principio. Diálogos rápidos e ingeniosos que nos arrancan más de una sonrisa, aunque lo más destacable es como nos atrapa la historia, donde se cruzan las diferentes tramas de forma magistral, haciendo que no podamos abandonar su lectura. Dando tanto vigor a las escenas de acción como las que transcurren dentro del tribunal. Lectura que acabaremos pronto, porque este thriller judicial no decae en ningún momento, y del que tampoco prescinde de giros sorprendentes.
Novela ideal para el tiempo estival que se avecina. Y que hay que leer antes de plantarnos delante del televisor para ver su adaptación. Así podremos opinar con criterio y decir lo que aquellos dos ratones en la biblioteca: “me gustó más el libro”.