El poder de una narración, de la capacidad para contar una buena historia, es uno de los aspectos más definitorios de los seres humanos. Este libro de Will Storr nos da las claves que tienen en común muchas de las mejores historias, centrándose principalmente en dos aspectos: cómo llegan hasta nuestro cerebro y nos hacen desear conocer lo que les ocurre a los personajes, pero también cómo se consigue crear historias que logren ese efecto en los demás.
Esa mezcla de literatura y ciencia es uno de los aspectos del contenido del libro que más me han atraído y gustado. En sus cuatro partes hay ejemplos sugerentes de grandes obras narrativas, tanto de la literatura como del cine, y el valor de estas historias para el individuo y la colectividad se explica con una fundamentada base científica que no le resta amenidad.
Así, la primera parte trata de la creación del mundo de la narración, y empieza dejando claro que “es imposible comprender la condición humana sin la narración de historias” (p. 11). Somos humanos por nuestra capacidad para narrar historias, porque vivimos nuestras vidas como una narración. Este libro aporta valiosos consejos para emprender la narración de historias, desde el bien documentado punto de vista del autor, profesor de esta materia. La primera observación que destaca es que lo que nos interesa en las historias “son las personas, no los acontecimientos” (p. 16). Basándose en la neurociencia, nos explica que vivimos el mundo como “una reconstrucción de la realidad dentro de nuestras cabezas” (p. 30). Así que partimos de que la narración ficticia puede ser percibida igual que la realidad, lo cual me parece un punto de vista apasionante. Una narración nos interesará siempre que contenga “humanos impredecibles” (p. 44). Siempre he querido saber por qué algunas historias nos gustan tanto y nos sentimos tan identificados con ellas, y Storr da la sencilla y compleja respuesta a esta pregunta: “Las buenas historias exploran en la condición humana; son viajes excitantes a las mentes de los extraños” (p.65).
La segunda parte trata sobre lo que el autor llama “el yo defectuoso”. Si el lector busca la clave para saber qué es lo que hace un personaje interesante, se nos ofrece esta: “El cerebro defiende nuestro modelo defectuoso del mundo con un arsenal de sesgos ingeniosos” (p. 93). Y una afirmación con la no podría estar más de acuerdo: “Todos somos personajes de ficción” (p. 99) de una historia cuya autora es nuestra propia mente. Un planteamiento en todo coherente con la primera parte, y que nos pone ante la perspectiva apasionante de nuestra propia mente creativa, algo que me ha seducido como lectora de narrativa, pero también como persona llena de curiosidad por sus procesos. Sin olvidar, de nuevo, que “toda narración versa en último término sobre los personajes” (p. 109).
En la tercera parte, el autor nos pone frente a “la cuestión dramática”, o como poner a prueba nuestras construcciones sobre la realidad, las identidades que nos construimos, que no son baladíes. Este libro nos habla de algo más que construir buenas ficciones: nos habla de cómo construimos las ficciones por las que se rigen nuestras sociedades. Para lo mejor y para lo peor. Así que la clave es “saber adentrarse profundamente en la conducta humana” (p. 172).
Habiendo establecido que lo primordial son los personajes, su modelo defectuoso y su conducta, la cuarta parte del libro trata sobre la trama. Aunque más breve, esta es la parte más rica en ejemplos literarios, analizados con mucho acierto y vistos desde el punto de vista de la construcción de la trama. Los lectores y espectadores pueden descubrir aquí qué fue lo que atrapó su atención en aquella historia, y tal vez aprender cómo replicarlo. Soy una lectora que se pregunta muchas veces cómo lo han conseguido los mejores autores, y aquí se pueden encontrar algunas respuestas a esta pregunta. Lo que alimenta una trama, al igual que lo que alimenta una vida, es “la búsqueda” (p. 189). Así se consigue “el transporte narrativo” , esa sensación inefable que algunas veces hemos alcanzado los aficionados a una buena historia, y que “cambia el mundo” (p.206).
Storr concluye su volumen con un apéndice en el que explica el método que aplica en sus clases de escritura creativa, que llama “el enfoque del defecto sagrado” (p. 211). Este enfoque trata sobre el dolor de origen que sienta las bases de un personaje sólido y de las decisiones que harán que su historia sea sobresaliente. Este apéndice será muy práctico para los aspirantes a escritores.
La ciencia de contar historias es un emocionante viaje al mundo de los relatos que nos han configurado como personas. Además de una cuidada revisión de los autores más destacados sobre el tema, desde diversas áreas del conocimiento (neurociencia, lingüística, filosofía…), es también un manual para comprender cómo se crearon las historias que más huella nos han dejado, y también contiene valiosas indicaciones para quienes desean dar el paso de convertirse en autores. Para todos estos públicos recomiendo este libro excelente, un ensayo instructivo que se lee como una novela y que transmite de la pasión de un verdadero amante de los libros.