Para todo aficionado a la novela negra Pierre Lemaitre es una apuesta segura. Y es que no conozco a ningún lector que no se haya quedado anonadado con los giros que realiza en sus tramas. Es de esos pocos escritores que aun te sorprenden dentro de un género que quizás está ya un poco trillado. Todavía recuerdo el grito de sorpresa que emití esperando en la consulta del doctor tras leer ese giro inesperado que aparece en su novela “Vestido de novia”. Las personas que también estaban en aquella sala me miraron como si mi visita fuese por problemas nerviosos, nadie podría comprenderlo ya que yo era el único que amenizaba la espera en compañía de un libro, y quien no lee no puede entenderlo.
El creador de Camille Verhoeven, ese inspector irritante de 1´45 de estatura, nos rompió un poco el corazón cuando confesó que abandonaba el género negro. Ya no escribiría más tramas cuyo tema principal sea el denominado “whodunit”, centrándose más en la novela histórica como la trilogía “Los hijos del desastre”. Se ha despedido del noir con el divertido “Diccionario apasionado de la novela negra”, y aunque ha tocado más géneros en su tardía pero dilatada obra, vamos a echar de menos esas intrigas tan trabajadas.
Como el mismo explica en el prólogo de “La gran serpiente”, le ha quedado ese mal sabor de boca el haberse ido de un género con el que tanto hemos disfrutado, sin ni tan siquiera despedirse, algo impropio de él. Así que pensó que tal vez podría publicar su primera novela. Aquella que escribió en 1985 y nunca envió a una editorial por motivos personales. Como él mismo reconoce, ya revisando dicho trabajo, descubrió como desde esta primera historia, ya aparecían elementos a los que ha acudido a lo largo de su posterior obra. Esos personajes rocanbolescos sin escrúpulos, y aquellos a los que el propio escritor no escatima maltrato hacia ellos.
Esta novela ha sido publicada tal y como la concibió en su día, y es que volviendo a su revelador prólogo comenta que corregirla la convertiría en otro libro, y cita a Aldous Huxley: «Arrepentirse de los errores literarios cometidos hace veinte años, intentar enmendar una obra fallida para darle la perfección que no logró en su primera ejecución, perder los años de la madurez en el intento de corregir los pecados artísticos cometidos y legados por esta persona ajena que fue uno mismo en la juventud, por todo ello, sin duda, es vano y fútil». Así que limitándose a pulir algún pasaje por su dificultaban su comprensión, nos llega esta primera novela del genio Pierre Lamaitre.
En ella nos narra que tras la, en apariencia vulnerable, anciana y gruesa Mathilede Perrin, viuda de sesenta y tres años, se esconde una fría, calculadora y cruel pistolera a sueldo. A día de hoy, esta heroína de la Resistencia francesa sigue al pie del cañón cumpliendo fielmente los encargos que le proporciona el misterioso comandante. Pero como la edad no perdona a nadie, se está volviendo más perturbadora e incontrolable, lo que hace disparar las alarmas de las altas esferas, que intentarán deshacerse de ella antes de que cometa más fallos. Acompañada por su enorme y algo torpe dálmata, Mathilde sigue con su cometido, creyendo tener el sigilo y mente fría de antaño.
Con una trama tan original, logra captar nuestra atención desde la primera página. Con unos diálogos tan mordaces como divertidos vamos acompañando a esta asesina a sueldo tan peculiar, y a todos aquellos que tratan de atraparla o detenerla al precio que sea. Ella utilizará sus habilidades contra cualquiera que le fastidie, pero sin remordimiento alguno, ya que está segura de poseer la verdad absoluta. Pierre no defrauda, dejándonos anonadados ante cada giro no tan rocambolesco como inesperado. Descubriendo en estas páginas al mejor Lemaitre que transmite lo bien que se lo debió pasar al escribir las andanzas de Mathilde, y que logra hacernos un lío y no sabemos si empatizar o no con esta sicaria. Yo aun no me decido, no sé si me cae bien o me cae mal, ya que no es poco la que lía a través de sus pocos escrúpulos.
Aparte de ser una novela negra cargada con un humor aún más negro que su género, se trata de una alegoría sobre la vejez. Nos hace conscientes de que todos tenemos fecha de caducidad. De que la visita de achaques serán más numerosas y habituales a medida que transcurra el tiempo. Haciéndonos reflexionar sobre qué es ser anciano, y que los denominados “tercera edad”, un día fueron personas jóvenes, algo tan obvio pero que parece que olvidamos. Detalles que nos hace llegar en forma de flashback, que nos sirven para conocer la personalidad de nuestra protagonista y de cómo llegó a ejercer tan singular profesión.
Salamandra ha editado un libro muy divertido y sorprendente cuyo fallo está en su corta duración, y en el que no podremos dar nada por sentado, como siempre ocurre cuando leemos una novela de Pierre Lemaitre.