La historia de la construcción de la Sagrada Familia y las peripecias vitales de quienes crecieron bajo su sombra
Un retrato literario muy bien documentado de la personalidad que era Gaudí en el marco de una historia coral emocionante
Una historia que nos cuenta las curiosidades y la interpretación de una infinidad de detalles del templo
«¿Y si llevamos la vida marcada en la frente? ¿Desde niños? En mi caso, es fácil averiguarlo; id a la Sagrada Familia a descubrirlo. Porque allí encontraréis mi principio, mi lanzamiento al mundo de los vivos, allí esculpido y expuesto por los siglos de los siglos. Yo soy parte del monumento, le pertenezco para siempre. Id allá, y quien tenga ojos en la cara que mire.»
LA ARQUITECTURA DE UNA NOVELA |
«Para mí hay un antes y un después de El templo de los pobres, como si en realidad yo fuera dos personas diferentes. La novela me ha cambiado y creo que cambiará a cualquier persona que la lea. Antes mi vida era como una línea recta, ascendente, sí, pero sin gracia, y que además en cualquier momento podía hundirse en el infierno. Una vez escrito el libro, veo que la vida es como la arquitectura de la novela, como la arquitectura de Gaudí, como la de los sermones cristianos: una parábola. Todo procede del polvo y al polvo vuelve, así es la vida y también la naturaleza. Lo que cuenta es que en el intervalo podamos subir, vertiginosamente, hasta casi tocar el cielo, y que la bajada sea elegante y delicada. La línea más bella, la más larga que podamos imaginar, el viaje más largo posible entre salir de la tierra y volver a ella; así es como veo la vida ahora, gracias a las lecciones de aquellos niños que iban al colegio a la sombra de la Sagrada Familia y que vivieron sus vidas como gráciles líneas curvas.» Alfred Bosch |
EL TEMPLO DE LOS POBRES LA NOVELA «Eran tiempos en los que al final, por mal que fueran las cosas, siempre se tornaba todo en esperanza e ilusión. ¿Qué más podía pedirle a la vida? ¿Y acaso me importaba haber nacido pobre? ¿O bordillo? ¿O bajo la señal del año del Vicentó? Nada ni nadie estaban condenados. El mañana estaba por escribir». El mismo día en que uno de los capataces de la obra de Gaudí muere al caerse de un andamio, en la época que todos recordarán como el año del Vicentó, nace Jaume. Su historia siempre irá ligada a las vicisitudes del templo. Jaume es hijo de Marie, una francesa bonita a la par que luchadora; Josep, un hombre trabajador y bondadoso, lo quiere como si fuera hijo suyo. Los tres, a pesar de los menosprecios y los apodos con los que los llaman —la Gabacha, el Putativo y el Bordillo—, forma una familia pobre pero cariñosa. Jaume crece feliz a cobijo del templo expiatorio en construcción; es uno más de los muchos chiquillos, hijos de los obreros, que corren por la calle entre bromas y trifulcas. Cuando se inauguran las escuelas dentro del recinto de la Sagrada Familia, formarán parte de la primera generación de criaturas educadas en esa institución de pedagogía moderna, siempre a la sombra del tiempo prodigioso y con el privilegio de convivir con el gran Gaudí. «Y sí, estaba permitido soñar con un final feliz. Sucediera lo que sucediese, aunque algunos pretendieran destruir el templo, en aquel momento nadie los tomaba en serio. No había condenas absurdas ni maldiciones escritas.» Son tiempos felices de la infancia, llenos de esperanza. Gente de toda España, con una gran variedad de oficios, llega a Barcelona para trabajar en una ciudad en expansión. Son personas que huyen de la miseria pero que, en el trabajo, como decía Gaudí, pueden encontrar un sentido. Y, con el esfuerzo de todos, la construcción avanza y el templo se llena de esculturas que toman como modelo a la gente del barrio. El maestro Gaudí es respetado y cercano con todo el mundo y toma decisiones con sabiduría. Siempre ecuánime, tan creativo como humilde y piadoso, aunque también con genio, testarudo y descarado. Pero pronto se anuncian los primeros conflictos del siglo. La Semana Trágica, la quema de iglesias, de la que se salva la Sagrada Familia —–uno de los tantos milagros que viviría el templo—, la gripe española, el sindicalismo radical y las huelgas, el preludio de la guerra…; el templo en construcción contempla los acontecimientos de unas décadas revolucionarias que remueven el universo que vive a sus pies. «En aquella época se comentaba que el maestro no estaba entero. La quema de iglesias lo había dejado muy tocado; de pronto, su país ordenado de siempre, aquel que podía digerir un atentado aislado, pero no una subversión general, se había desmoronado. Sin avisar, su mundo se había convertido en un lugar peligroso». Las amistades y enemistades, los amores y el crecimiento de las familias se irán solapando con la construcción del templo, llena de interrupciones, y con la evolución histórica del país. Al final, aquellos niños protagonistas que habían jugado, orado y llorado juntos se encuentran con los fusiles en las manos o frente a amenazas de muerte. Son llevados a la tragedia del 1936, cuando todo se desmorona. «Mi madre yacía en el único colchón que había en aquella chabola del barrio de Poblet. Me tenía encima, acurrucado, envuelto en trapos. El agua de la cubeta procedía de una gotera en el techo, y una solitaria vela llenaba aquel belén, tan lleno de pobreza como de felicidad». «La figura oscura y gigantesca tendió la mano para agarrarme la blusa… En el barrio lo conocían como Calígula, porque había posado de legionario para una escultura romana del templo. Pero hice bien en no utilizar el mote, ya que al gigante no le gustaba y se habría podido enfadar mucho». |