No siempre me he considerado un “cocinillas”. Antes de independizarme no sabía ni freír un huevo, literalmente. Pero como reza el dicho: No hay mejor universidad que la necesidad. Poco a poco fui aprendiendo en la cocina. Al principio, como es obvio, no pasaba de la cocina de supervivencia, lo que viene siendo hacer mucha pasta, algún arroz a la cubana, y alguna chamuscada o cruda tortilla…
En esos tiempos seguía sin renunciar a los tápers de mi madre con lo que yo llamaba “comida de verdad”. Y es que esos guisos, esos potajes, que para mí, el elaborarlos, eran una ciencia extraña que solo dominaban nuestras madres y abuelas. Esas recetas que pasaban de generación en generación a través del boca oído, y que yo no es que no consiguiera cocinar, es que ni lo intentaba por miedo, pero no miedo a que mi integridad física corriera peligro, no, miedo a que el resultado no fuese igual a los guisos elaborados por las manos de esas mujeres a la que venero. Quizás por ello, a medida que aprendía a cocinar, echando mano a libros de cocina más vanguardista, preparaba platos más elaborados pero de cocina moderna, podríamos decir. Siguiendo degustando esos maravillosos platos tradicionales cuando visitaba a mis mayores.
A raíz de todo esto, me fui aficionando,cada vez más a Canal Cocina. Es raro que, las pocas horas que me puedo permitir ver la televisión, no termine viendo este canal. Y es que encadeno programa tras programa, y disfruto por igual viendo como se fabrican unas famosas tortas, a como se preparan los mejores postres, a documentales de famosos chefs ingleses que viajan por Italia. Pero he de admitir que en mi corazón guardo un rinconcito especial a un programa que descubrí hace ya más de una década, y lo descubrí tarde, porque en emisión ya lleva más de veinte años.
Se trata de “Los fogones tradicionales”. En él podemos seguir las recetas de toda la vida. Llegando a todos los rincones de España, normalmente pequeñas poblaciones, en las que aún hoy día podemos encontrar a personas que elaboran platos como los elaboraban sus ancestros. Donde solo se requieren ingredientes naturales que tienen a su alcance, un viejo hogar, y ollas de hierro. Cocinados sin prisas, solo aderezados con fuego, leña, paciencia y mucho mucho cariño. Platos sencillos, humildes, que escapan de complejidad que hoy día está tan ligada a la gastronomía.
Ahora, gracias a Libros Cúpula, podemos disfrutar de estas recetas, no solo a través de la pantalla, sino en nuestras manos. Con esta recopilación de hasta 300 recetas que se han ido seleccionando a lo largo de estas veintidós temporadas, podemos cocinar en casa, o al menos intentarlo, ya que la olla de hierro y el fuego de leña son insustituibles, pero yo ya he preparado algunos de ellos, y os confieso que la olla inoxidable y la placa de inducción también logran buenos resultados.
Este bonito libro, encuadernado en rústica, comienza por un sumario donde encontramos bien ordenados los apartados de los que se componen estás entrañables recetas como pueden ser: verduras y hortalizas, legumbres, huevos y lácteos, setas y hongos, etcétera. A continuación la introducción de la mano de Eugenio Monesma, creador del programa, haciendo un ligero repaso a la historia de la gastronomía, dando a entender que estos platos son la piedra angular de la cocina moderna, fueron nuestros antepasados los que de la necesidad nos dieron hacer reconocer el valor de los productos que estaban a nuestra mano, en los huertos familiares, en los árboles frutales de la finca, en los animales que criaban, cazaban o pescaban. Prescindiendo de fotografías del proceso, así como del plato final, este libro incluye algunas fotografías de las personas que realizan estos reconfortantes platos, en bonitos tonos malvas, porque aquí lo realmente importante es la receta. Cada una con una presentación que consta de un par de frases, indicando la población de la que procede, listando los ingredientes, y de forma clara su elaboración. Con una maquetación muy cuidada, procurando que en un formato de apenas trescientas páginas, quepa tanta suculenta receta.
Canal cocina consigue, ya no solo con el programa, sino a través de este libro, una labor encomiable, haciendo que no se pierda este preciado legado. Platos reconfortantes que nos trasladan a nuestra niñez, a casa de la abuela en el pueblo, frente a la lumbre, cocinados sin prisa, cuyo ingrediente principal es el cariño y la dedicación, donde el acto de preparar la comida no es meramente nutrirnos, sino alimentar el alma.