La gran Armada enviada contra Inglaterra por el rey Felipe II es, sin duda, uno de los momentos más comentados y controvertidos de nuestra historia moderna. Esta novela de Juan Pérez-Foncea nos muestra con gran rigor y amenidad cómo mucho de lo que comúnmente creemos sobre estos momentos históricos no se corresponde con la realidad. Todo ello con un lenguaje claro y directo y una narración muy disfrutable, en la que los lectores nos podemos sumergir en la vida diaria de la máquina de guerra naval que constituyó este impresionante esfuerzo bélico. Novelas como esta me parecen imprescindibles para, mediante una documentación rigurosa de los hechos, restablecer la verdad histórica de episodios tan controvertidos como la expedición de la llamada (por los ingleses) Armada Invencible.
Con admirable ironía se ha escogido utilizar el adjetivo Invencibles como título de la novela, ironía que el lector podrá comprobar pronto que no es tal, pues quienes participaron en esta Armada fueron los únicos vencedores (si hubo alguno) en esta encrucijada histórica. Para contarnos esta historia colectiva, nos guiarán los avatares de Santiago Guriezo, que la vivirá en primera persona navegando en los barcos. Como es habitual en la novela histórica, el hilo conductor será este personaje ficticio, en una obra en la que casi cada uno de los que demás que aparecen está documentado históricamente.
La novela se divide en dos partes bien diferenciadas. La primera narra la expedición de la Gran Armada. La segunda, la de la Contraarmada inglesa de Drake y Norris, enviada por la reina Isabel en respuesta a la primera. La primera es la que más he disfrutado, pues he aprendido mientras leía y me adentraba en la historia no conocida de una Armada que tropezó con problemas que nada tuvieron que ver con la competencia y bravura de sus miembros. Porque, aunque “Las primeras escaramuzas no estaban comenzando nada mal para nuestros intereses” (p. 62), pronto comienzan las dificultades, como barcos separados del resto y tiempo adverso. “De hecho, no está de más señalar que la Gran Armada no fue nunca derrotada, y que jamás le negó el combate al inglés” (p. 88).
Elegí este libro porque me gustan las novelas históricas que nos muestran, sin perder la exactitud, un punto de vista diferente sobre ciertos acontecimientos que nos han sido contados tantas veces desde determinados presupuestos que acabamos dando por sentados. Y lo disfruté de un modo especial porque en él hay una intrahistoria emocionante, desde los amores del protagonista, hasta su amistad y camaradería con irlandeses y escoceses que, sometidos y perseguidos por la monarquía inglesa, ofrecen a la Gran Armada su ayuda y amparo.
La historia de la Contra armada enviada por los ingleses como respuesta a la Armada española ocupa la segunda parte de la novela. Seguiremos con Santiago Guriezo, esta vez en la defensa de las costas españolas y portuguesas, atacadas por una armada inglesa poco dispuesta a arriesgar. La Coruña y las cercanías de Lisboa son los lugares principales en que transcurre esta parte, caracterizada por la elusividad y desorganización de los ingleses, que a veces “Parecía que solo buscaran guardar las apariencias, simular que se enfrentaban al enemigo, cuando lo cierto es que carecían de voluntad para hacerlo” (pp. 170-171). Ambas partes, pero sobre todo esta, contienen descripciones de batallas muy exactas, llenas de acción, vida y movimiento, que gustarán mucho al lector amigo de los relatos bélicos y luchas navales, y que no rehúyen la descripción de sus duras consecuencias: “Por todas partes se hallaban esparcidos cascos, armas y cadáveres. Y por todas partes se escuchaban lastimeros quejidos de los invasores” (p.189). Sin faltar la metáfora del marino, que ve la defensa de la ciudad como “un barco que hacía agua por diversos puntos: apenas se cerraba una vía, cuando se abría otra en un lugar distinto” (p. 190).
En fin, una narración muy recomendable, que será muy reveladora sobre este apasionante periodo histórico para todos los lectores que no se conforman con los lugares comunes sobre el periodo y quieren rememorar los impresionantes hechos de quienes (como nos recuerda el propio protagonista y narrador), “éramos los descendientes de aquellos héroes que sesenta años antes habían roto el sitio de Viena, y aún más, éramos quienes hacía solo diecisiete años habíamos librado la mayor batalla naval de todos los tiempos, en Lepanto, derrotando y desbaratando definitivamente al imperio turco” (p. 235). Sin lugar a dudas, el aliento épico y el vigor de esta novela están a la altura de las circunstancias.