Empleamos, de media, un treinta por ciento de nuestra vida en nuestro puesto de trabajo. Dicho así quizás parezca poco tiempo, pero si os dijera que ese porcentaje representa unos doce años de nuestra existencia ya cambia un poco la perspectiva, ¿verdad? Nuestro trabajo es una faceta muy importante de nuestra vida y además de permitirnos vivir, también debe ser gratificante. Eso es algo que sabe muy bien J. Luis Pastrana, el autor del libro que hoy os traigo.
La historia que se narra en Cuarenta estaciones está basada en hechos reales. Sin embargo, estamos ante una obra de ficción que no es un fiel reflejo de la realidad, pues el autor ha adaptado situaciones y personajes para contarnos la historia que se esconde tras las páginas de esta novela.
Así, J. Luis Pastrana nos lleva al año 1988, conocemos entonces a un joven estudiante de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales, en la especialidad de mecánica. Terminados sus estudios, el joven tiene claro que quiere comenzar su andadura profesional y, al encontrar una oferta de empleo en una fábrica de loza asturiana, no duda en postularse para el puesto. Pocos días después es convocado para una entrevista: el día doce de septiembre comenzaría su vida laboral como ingeniero en la fábrica.
Todos hemos experimentado alguna vez esos temidos nervios en nuestro primer trabajo. Para el joven, además, este trabajo supone todo un reto, pues deberá hacerse cargo de evaluar inversiones industriales, estudiar ahorros energéticos y mejorar el área de métodos y tiempos. Nada mal para un novato que poco sabe de cerámica y sus procedimientos de fabricación. De la mano del gerente y del resto del equipo irá aprendiendo, día a día, los entresijos de la fábrica hasta el punto de, sin saber cómo, sentirse absorbido por esta. Y aquí entra juego la habilidad de J.Luis Pastrana para adentrarnos en el día a día de la fábrica y de los procedimientos tecnológicos que requiere esta artesanía. Resultan muy amenas y didácticas las explicaciones que encontramos en la trama y acompañar al joven en este proceso de su vida laboral, desde los nervios y dudas iniciales hasta las adversidades y éxitos, resulta muy entretenido gracias al estilo directo y sincero del autor.
Cuando el Presidente de la empresa le propone desempeñar su tarea en una fábrica de vidrio en Valencia, sin dudarlo, el joven ingeniero, ahora ya más experto, decide aceptar la oferta. Será todo un reto para nuestro protagonista. Gracias a el Sabio, empezará a conocer de primera mano la fábrica de copas de Valencia. Una fábrica que todavía está muy inmadura y a la que aún le falta mucho para funcionar como debiera. El nuevo Gerente, apodado “cariñosamente” Yonopago, no hará más que entorpecer el devenir de la fábrica y darle quebraderos de cabeza a nuestro ingeniero.
Toca casi empezar de cero, esta vez, al menos, con mucha más experiencia y sabiduría a sus espaldas. Un puesto de trabajo en una fábrica gestionada por ineptos y mandamases algo capullos, la verdad. Un reto ante el cual nuestro ingeniero no se amedranta, sino que le sirve para crecer y resolver las más variopintas adversidades que se le presentarán. Eso sí, los esfuerzos harán mella en él y dos llamadas telefónicas harán tambalearse su mundo y sembrarán las dudas sobre su devenir. Desde la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales desean contar con él como profesor interino. En Asturias, el Director del taller de calderería necesita incorporar a un ingeniero joven con experiencia en Organización Industrial. Dos lanchas salvavidas a las que aferrarse ahora que el naufragio está casi a la vista.
El siguiente paso del joven ingeniero en su andadura profesional tendréis que descubrirlo vosotros, lectores. No puedo contaros más sobre la trama porque ya lo hace maravillosamente bien J. Luis Pastrana. Lo que sí puedo deciros es que Cuarenta estaciones es un libro muy entretenido, de lectura fácil y amena, que nos sumerge en la vida profesional de un recién licenciado en ingeniería industrial. Acompañar al protagonista y verle crecer profesionalmente resulta muy gratificante. Repleto de anécdotas, algunas francamente divertidas, y de personajes y situaciones de lo más singulares, leer Cuarenta estaciones supone un sincero y emotivo viaje al mundo personal y laboral de este ingeniero que no podéis perderos.