Hace mucho que quería hincarle el diente a la obra de Tana French. Había oído maravillas de esta reputadísima escritora estadounidense afincada en Irlanda especializada en la novela negra. Pero en este mundo donde no hay tiempo físico para leerlo todo no había tenido ocasión, hasta ahora que ha llegado a mis manos la que es ya la octava novela de esta autora. Sí, sé que he tardado, pero nunca es tarde si la dicha es buena, y os puedo asegurar que la dicha no ha podido ser mejor.
Multitud de premios, y con una adaptación en formato serie para la televisión protagonizada por la brigada de homicidios de Dublín que aparece en alguno de sus libros, avalan la obra de esta escritora y actriz. Es conocida por sus tramas donde lo cotidiano y conocido puede resultar extraño al igual que las personas que creemos conocer.
Esta vez acompañamos a un expolicía llamado Cal Hooper. Desplazándose desde Chicago, ciudad donde residía y desempeñaba su oficio, hasta un pequeño pueblo situado al otro lado del mundo donde lo único que desea, después de un doloroso divorcio, es disfrutar de su retiro voluntario y construir una nueva vida en un sitio bonito donde haya un buen pub y nunca pase nada.
Un buen día, un chico del pueblo le pide ayuda. Su hermano ha desaparecido, pero por su mala fama, ni a la policía ni a nadie parece importarle lo que haya sido del muchacho. Cal tampoco quiere saber nada, ni quiere interrumpir su apacible nueva vida, pero como el oficio se lleva dentro, algo le impide desentenderse del asunto así como así.
La calidad de la narrativa de Tana French hace que nos deleitemos con la simple descripción de un paisaje lluvioso. Con una cálida cadencia, la escritora hace que nos vayamos metiendo en la historia sin apenas darnos cuenta, introduciéndonos en el aparente apacible nuevo mundo de Cal.
El personaje principal está muy alejado del típico cliché del que nos tiene acostumbrado el género. No se trata de un expolicía cínico y amargado perseguido por fantasmas del pasado, solo es un hombre amable que ha ejercido una profesión dura, y decide que ya le toca vivir tranquilo alejado de conflictos ajenos. Resulta fuerte y bien trabajado. Los secundarios lo arropan de manera que le otorgan aún más fuerza, ya que estos no resultan menos interesantes, merecedores de ser los protagonistas de su propia historia.
Este es uno de esos libros, que aun si haber empezado su lectura, sabes que te va a encantar. Es de esas novelas que te hacen sentir como si regresaras al hogar; de esos que apetece leer refugiados en un rincón apartado de casa mientras disfrutamos de una bebida caliente. Todo esto lo evocan los paisajes que envuelven la historia. Esa imagen de la Irlanda verde y lluviosa que marcó en nuestro subconsciente el cine en películas como “El hombre tranquilo”, esa maravillosa película dirigida por John Ford, protagonizada por John Wayne y Maureen O´Hara, que más de una vez acudió a mi memoria leyendo este libro. Y cuando estamos inmersos en este idílico lugar, French nos hace una finta donde nos recuerda y nos lleva a la reflexión de que no existe lugar donde tengamos la certeza de estar siempre a salvo. Que el ser humano lleva intrínseca en su naturaleza la dicotomía de ser capaz de lo mejor y de lo peor.
Es un placer saborear esta novela, que con sus apenas 450 páginas y sus 21 capítulos, se nos hará demasiado corta, porque iremos pasando sus páginas sin apenas darnos cuenta, donde tendremos esa contradictoria sensación de querer saber cómo será su desenlace, pero a la vez temiendo acabarla, porque tenemos la certeza de que echaremos de menos a Cal y compañía, pero sobre todo a esos paisajes cargados de verde, lluvia y melancolía.