Esta es una narración que roza lo épico, aunque también podría calificarse de cuento largo. Porque realmente tiene la forma de cuento. Un cuento en el que unos personajes participan en una historia llena de fantasía: una época imaginaria, un país y una geografía de ficción, pero con cantidad de detalles realistas, que hacen que el lector, si bien al principio puede resultarle inverosímil lo que va leyendo, poco a poco se sumerge en la narración, y entra de lleno en la trama, que es complicada, llena de personajes dobles, o con doble identidad. Hay mucho juego de emociones, y la narración, que es contada desde el principio por una vieja aya a una joven princesa, supera con mucho el relato, al marcar dos líneas de discurso, desde el momento de la separación de un padre de su pequeño hijo. A partir de ahí, por un lado asiste el lector a las aventuras del padre, tratando de sobrevivir y obsesionado con encontrar a su hijo y por otra parte, las del niño Erik, al cuidado de diversas mujeres, siguen trayectorias divergentes que más adelante, pasados muchos años, volverán a un punto común.
Y aquí viene la explicación de por qué considero épica la narración. Porque no se trata de una trama familiar exclusivamente, sino la historia de todo un pueblo, un pueblo imaginario, habitante de una ciudad imaginaria que, destrozada al principio tras una catástrofe natural, realiza un masivo desplazamiento, un viaje casi bíblico en busca de una tierra prometida, una región desconocida a la que han de llegar dejando muchas vidas por el camino, con grandes esfuerzos y sufrimientos colectivos. Tal migración no solo consiste en que un pueblo entero realiza un cambio de lugar, sino que a la vez se trata de reconstruir un país, crear unas leyes, formar un gobierno, basándose en las tradiciones de la ciudad originaria Waliria, pero adaptándolas a las nuevas situaciones que van surgiendo por el camino. Y edificar una nueva ciudad donde asentar a la población que se ha desplazado siguiendo a sus dirigentes, un peculiar Rey sin descendencia directa y un Consejo dividido.
La historia personal se centra en la búsqueda del hijo perdido, que constituye el eje de la vida de uno de los personajes principales, Bertrand de Lis. Otro eje lo constituye Astrid, una viuda que también ha perdido a su hija, y que se ocupa, como una segunda madre del pequeño perdido. Pero también hay otras búsquedas, hay otras relaciones que se entremezclan: amor, odio, violencia, traición, lealtad, perseverancia, justicia, maldad y bondad. Toda un cortejo de personajes van desfilando en torno a los principales, y el lector, como la princesa, va escuchando la narración del aya y poco a poco se va dando cuenta de que la realidad es distinta de la apariencia, que las cosas no se presentan muchas veces con su verdadera esencia, sino que llevan a la confusión y a la duda.
En suma, una historia emocionante, con momentos de gran tensión, y otros que funcionan a modo de parábola, de cuento moral, de ahí que tanto se pueda percibir esta historia como una épica o como un cuento.
Fuensanta Niñirola