Guardar un secreto es una gran responsabilidad. Y lo digo yo, que no soy una gran experta en guardar secretos; se me acaban escapando todos, quiera o no quiera. Por eso no podría ser la protagonista de esta historia. Y, ¿sabéis? Menos mal, porque de no ser así, el libro del que vengo a hablaros hoy duraría unas veinte páginas.
Pero vayamos por partes. El libro en cuestión es El puente de una sola orilla, y está escrito por Piluca Ruiz. Es una novela que empieza en la posguerra española y que va a presentarnos la vida de los protagonistas durante unos cuantos años. Todo empieza cuando una mujer, la viuda Ricomá, recibe un mensaje: el novio de su hija Paulina murió en la guerra. Solo le da tiempo a contárselo a Mauricio, el joven vecino de la casa de enfrente, pues la muerte la sorprende antes de poder hablar con nadie más. Mauricio quiere hacérselo saber a Paulina, a la que ama en secreto desde que era niño, pero no quiere hacerla sufrir. Aunque, por otra parte… sin el novio en la ecuación, es mucho más fácil que la chica se enamore de él.
Y mientras Mauricio duda entre la piedad y la franqueza, ciertos acontecimientos sobrevenidos se interponen en su camino y el mensaje que custodia se queda en el aire, sin llegar a su destinataria. Y cuando quiere contárselo ya es demasiado tarde. Ella vive ilusionada porque cree que si no sabe nada de su novio eso significa que está vivo. Y Mauricio, abrumado por el remordimiento, decide suplantar la personalidad del novio a través de unas cartas para que ella siga confiada. Y todo se enreda y se enreda y lo que iba a ser una solución temporal se convierte en un embrollo del que es muy difícil salir.
Como veis, el libro que tengo hoy entre manos es una novela cargada de amor, pero también de drama, de fracasos, de misterio, de valentía, de añoranza y de ilusiones. Su autora utiliza todos esos ingredientes y los va echando en la olla de manera paulatina, usando en cada momento el ingrediente necesario y preciso para que el lector se quede satisfecho. Así, son muchas las historias las que vamos a encontrar en este libro, serán muchos los personajes que pasen ante nuestros ojos y nos cuenten su propia historia.
Aunque los protagonistas serán Paulina y Mauricio, lo cierto es que habrá otros personajes que nos amenizarán mucho esta historia y que aparecerán para robarles el protagonismo a los otros dos de una manera muy sutil que encandilará al lector. Es el caso de Nora, por ejemplo, cuya historia personalmente me atrapó y con la que empaticé muchísimo. No porque yo haya vivido una historia similar —esta chica se enamora del hombre equivocado y acaba con un bebé no deseado dentro de ella—, sino porque esa sutilidad con la que se mete dentro de la historia hizo que me gustara mucho el recurso usado por la autora, que parece que nos está dejando caer una secuencia secundaria sin importancia, solo para amenizar, y termina dando una trama completa, elaborada y de la que bien podría salir una novela.
Esto me lleva a hablaros de la técnica utilizada por la autora. El puente de una sola orilla es un libro escrito en tercera persona que se va centrando, como digo, en diferentes personajes según el momento de la trama. Pero esta tercera persona, que podría parecer que nos aleja de los protagonistas, que pone una barrera entre el lector y ellos, lo cierto es que está perfectamente usada. El lector llega a entender sin ningún problema la manera de pensar de Mauricio, que es el que aquí nos interesa. El lector se verá metido dentro de su mente, pensará como él y se preguntará las mismas cosas. Y este es el efecto necesario que se busca: el que el lector se ponga en la misma tesitura que Mauricio y se pregunte qué haría él de estar en su lugar.
Porque sí, de esto se trata, de pensar qué haríamos nosotros. Imagina que tienes un secreto que, por un motivo u otro, no puedes contar en el instante adecuado. Te lo guardas y el secreto comienza a crecer y a crecer sin remedio, sin parar. Llega un momento en el que te das cuenta de que ya es inútil contarlo o, más que inútil, complicado. La bola se ha hecho tan grande que soltarla ahora puede arrollar todo a su paso. ¿Qué harías tú?
Esa es la magia que me he encontrado dentro de esta novela, que me he podido poner sin ningún problema dentro de la piel del protagonista. Esto ha hecho que su lectura me resultara muy amena, cosa que no ha sucedido únicamente por esa empatía de la que hablo, sino que el ritmo de la novela también ha tenido mucho que ver. El ritmo, a pesar de ser una novela descriptiva en su mayor parte, es bastante rápido. No paran de suceder cosas que interesan al lector. Yo misma me sorprendí al leerme doscientas páginas del tirón, porque estas pasaban volando delante de mí y no me costaba ningún esfuerzo seguir la historia. No me desgastaba, y esto es muy importante.
Ya he dicho en alguna ocasión que no soy muy amiga de las novelas históricas, que me cuestan mucho porque tienden a dar demasiados datos o a aburrirme. En cambio, eso no ha pasado con este libro; he estado entretenida todo el rato, no me he distraído con datos que no venían al caso y me he sentido muy cómoda con la forma de narrar de la autora.
En definitiva, creo que Piluca Ruiz ha hecho un grandísimo trabajo en esta novela. Nos ha traído una historia que engancha, con la que es fácil empatizar y que nos hace meternos en ella sin ningún problema. Nos ha traído personajes entrañables, comprensibles y, sobre todo, reales, y todo ello gracias a su narración limpia y cuidada que sorprende desde la primera página. Todo un descubrimiento que hoy vengo a recomendaros porque yo no soy de guardarme los secretos para mí sola.