Hay cosas que uno no se espera en la vida, cosas que no se ven venir y contra las que te chocas de frente sin poder evitarlo. Como si de un muro se tratara y los frenos hubieran dejado de existir. Lo inevitable, lo sorprendente y lo que te deja sin palabras.
Habéis adivinado bien: lo que me ha dejado sin palabras es el libro del que vengo a hablaros hoy. Pero hay un pequeño problema, y es que vosotros habéis venido hasta aquí para leer una reseña y yo estoy delante del ordenador para escribirla. Y para ello son indispensables las palabras, así que van a tener que salir a la fuerza aunque me haya quedado muda por unos instantes.
El libro en cuestión es La prueba de Asgard, de J.C. Wieland, un libro fantástico y de aventuras donde nos remontaremos a la época de los vikingos para conocer a sus protagonistas.
Lo primero que nos encontramos es una historia de amor. A Erik, un vikingo de clase baja, no se le ocurre otra cosa que enamorarse ni nada más ni nada menos que de una princesa. Por supuesto, el padre de esta no accedería jamás a que su hija se casara con un hombre que no estuviera a su altura, así que Erik, que proviene de una familia humilde, decide apostarlo todo para conseguir su amor. Da la casualidad de que en su pueblo, Thorment, se celebran unos juegos donde los hombres demuestran toda su valía y grandeza. Erik está convencido de que si gana esos juegos, si gana a todos los hombres de renombre de su pueblo, estará a la altura del amor de su querida.
Yo en esos momentos ya estaba echándome las manos a la cabeza, como forma de decir que me estaba compadeciendo del pobre Erik. No lo veía claro. «No te podrías haber enamorado de otra», pensaba. Y es que a eso se le llama tener ambición. A Erik le dan igual las convenciones sociales, las normas y todo lo que se le ponga por delante. A él lo único que le importa es el amor que cada día crece más y más en su interior. Y para eso le dará igual presentarse al Thormentspill o acudir a una bruja para que utilice sus artes con tal de conseguir su objetivo. Si es que incluso le dará igual comerse unos hongos de dudosa procedencia porque un sabio le dijo que esa sería una buena forma de descubrir su destino. Incluso sería capaz de…
Esos puntos suspensivos aquí son más que necesarios porque de continuar tendría que poner un cartel gigante donde apareciera la palabra «spoiler» en negrita y subrayada en fosforito. Y sí, estáis pensando bien de nuevo, eso que viene a continuación de los puntos suspensivos es aquello que me ha dejado sin palabras y me ha dejado hasta patidifusa. Algo que no esperaba encontrarme y que me ha hecho parpadear varias veces para comprobar que lo que estaba leyendo no era fruto de mi imaginación. Una vez me di cuenta de que la imaginación era la de J.C. Wieland, que se estaba colando dentro de mí sin mi permiso, todo cobró sentido.
Y aquí estoy, buscando las palabras que me lleven a evitar desvelaros ese secreto del que no puedo hablar y que ha hecho de este libro algo único. Así que, para evitar seguir dando rodeos de esta manera, pasaré a hablar de la narrativa.
La prueba de Asgard está narrado en tercera persona, lo que hace que nos encontremos con un narrador omnipresente que nos contará no solamente la vida de Erik, sino también la de la princesa y otros personajes que irán adquiriendo protagonismo a medida que avanza la historia. Creo que la decisión del autor ha sido muy acertada porque de esta manera podemos conocer aspectos de la trama que no habríamos conocido si se hubiera decantado por una primera persona, aunque eso nos habría acercado más a su protagonista. Creo que no es necesario ese acercamiento precisamente por la época a la que nos remontamos. Y esto es importante porque aquí lo que predomina es la ambientación. Estamos en la época de los vikingos y por todos es sabido que su mitología era rica y abundante, pero quizás no cercana a todos nosotros. Por eso el autor dedica su tiempo a ponernos en situación, a explicarnos cómo era la vida de los vikingos y cómo eran esas creencias. Por qué para ellos era importante hacer ese juego del que os hablaba o respetar las tradiciones de Odín.
Sin embargo, esa ambientación no se hace de manera brusca. El autor la intercala con la narrativa y los diálogos —abundantes, necesarios y bien utilizados, por cierto—, de forma que el lector no siente que está ante una enciclopedia vikinga. Eso es lo que más me ha gustado, que ha introducido la información de manera natural y sutil, lo que ha hecho que en ningún momento pensara que habría información excesiva o inútil. Además, no podemos olvidar que el libro no es muy largo —tiene unas doscientas páginas—, así que no hay tiempo que perder.
Como veis, solo tengo palabras buenas para hablar de La prueba de Asgard, porque es un libro que me ha gustado mucho, que me ha sorprendido y que ha hecho que viajara a tiempos lejanos a los que no suelo acudir cuando leo.
Y ahora que ya estaba yo empezando a encontrar mis palabras, llega el momento de cerrar esta reseña. Al final no ha sido tan complicado —gracias al material que tenía, claro está—, pero me está costando horrores no contaros eso que pasa y que constituiría el famoso spoiler, por lo que no se me ocurre mejor forma de cerrar esta reseña que poniendo unos puntos suspensivos y un continuará.