“Una cita nocturna en el Castel dell’Ovo, cerrado al público pero abierto a los deseos de la Camorra, puede convencerte de acudir armado hasta los dientes. Aunque uno sabe por experiencia que en este negocio no se gana confianza llevando la Glock bajo el poncho, y a fin de cuentas, esta vez el juego consiste en tributar calma y mostrarse diplomático y cordial. Estamos en Nápoles para eso, y no para empezar a repartir disparos.”
Cuando partes del conocimiento de un libro que ha desbancado a Dan Brown con su Origen del top ventas, sea en el país que sea, te pica la curiosidad. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, La herida.
Remil es convocado junto a su mentor por el mismísimo Vaticano, para encontrar a una monja desaparecida que trabajaba en una villa. En una segunda trama, un gobernador contrata a una mujer para limpiar su imagen pública. Y, como no, un crimen.
Remil, protagonista de la nueva novela de Jorge Fernández Díaz, es ya conocido por los lectores de su creador. Tras ese nombre tan extraño se esconde el apodo de la infancia “hijo de remil putas”, manteniendo así su anonimato como espía. Y, sin embargo, este nuevo título se concibe como una novela completa en sí mismo, no siendo necesario leer El puñal para sumergirse en esta novela por muy lógica que nos pueda parecer la sucesión de títulos. En realidad, he tenido la sensación de que, trama a un lado, la herida a la que se refiere Fernández Díaz es más una cicatriz de esas que porta su personaje en su interior en un intento de resultar más cercano a los lectores, más humano, más mayor, más consciente. Quizás por eso, en esta ocasión su protagonista tiene más persecuciones que sexo y amoríos. Ha cuidado además de una forma notable los personajes femeninos que van a pareciendo en la trama, desde Mariela, la monja desaparecida que abre la trama, hasta Beatriz, la mujer poderosa, pasando por Diana… todas ellas están pinceladas para que tengan su propia maleta, hasta ese extremo ha cuidado los detalles su autor.
He hablado hasta ahora mucho de los personajes, pero no de la trama, ni siquiera en la escueta sinopsis. Basta decir que el lector puede tener la sensación de que al autor le preocupa más un dolor de garganta que el paradero y resolución de la desaparición de la monja, ya que tardaremos mucho en saber de ello puesto que el libro gira rápidamente hacia la política. Sin embargo, al cierre, no quedan cabos sueltos. Su autor en un trabajo de sastre, ha ido puntada a puntada hasta conseguir cerrar la historia. Y poco más se puede decir salvo que es un libro concebido para que el lector disfrute plenamente de su último tercio, lo que puede llevar a que más de uno tarde en ubicarse y coger el interés necesario para que sea una lectura apetecible. A mi me sucedió, me sentía extraña en mi propia lectura, como si hubiera un punto ajeno al que no fuera capaz de acceder y eso me impidiera disfrutar de las letras. Pero el libro venía avalado por buenas opiniones, y la curiosidad me pudo, lo terminé. Reconozco que, una vez finalizado, las impresiones cambian, pero sigo sin perder la sensación de desapego por Remil, la percepción de estar ante una representación exagerada de la realidad dentro de la actualidad que se nos expone. Y sé que su autor tiene tres décadas de periodismo a las espaldas, y estoy casi segura de que refleja lo vivido en Argentina. Así que tal vez sea eso, que la realidad supera a la ficción. en ese caso y ya me he referido otras veces a esta cita, no me queda otra que recordar que “el trabajo de un escritor consiste en coger la realidad y maquillarla hasta convertirla en algo verosímil”, punto en el que creo, La herida se queda cojo.
Con sus pros y sus contras, La herida es una novela entretenida, para pasar el rato, con un ritmo creciente y que se mueve entre el género negro y la intriga.
Por Entre montones de libros