El protagonista, Atilinio García, ocupa el puesto más bajo en el escalafón de mandos de la comisaría de Segovia. Después de haber participado de forma activa en la lucha antiterrorista durante los años ochenta, en primera línea, desarticulando comandos etarras en el País Vasco, Atilinio vive ahora una etapa diferente, sumido en el olvido, sintiéndose discriminado, tanto en el trabajo como en casa.
Honrado, exageradamente inocente, ha sido pisoteado por compañeros que han ascendido con menos méritos que él, al mismo tiempo que en su casa sirve a las órdenes de su esposa, al mismo tiempo que intenta establecer con sus hijos una relación que había descuidado.
Dirigiendo una brigada en horas bajas, se esfuerza por presentar ante sus jefes un plan de prevención del delito que se anticipe a la ola de delincuencia que espera que vaya alterar la tranquilidad de su ciudad, pero solo encuentra indiferencia y apatía.
Pero todo cambiará con dos episodios, en principio, inocentes y cotidianos. En primer lugar, recibirá el encargo de preparar una celebración anual en la que tendrá que invitar a todas las instituciones sociales de la ciudad. Estos preparativos se alternarán con una investigación que Atilinio comenzará cuando, camino de una farmacia de guardia para comprar una loción antipiojos, se cruce con un peligroso etarra al que detuvo en Azkoitia.
La presencia del etarra en la ciudad despierta las alarmas del protagonista y emprende una investigación incómoda para sus mandos y políticos en pleno proceso de negociación del gobierno de Zapatero. Pero Atilinio se mantendrá firme en sus pesquisas al mismo tiempo que se sumerge en los preparativos de un acto que le va a deparar más de un quebradero de cabeza, mientras tiene que lidiar con sus problemas domésticos, que no serán menores.
Con humor y un tono distendido, la autora realiza una certera crítica en una novela cuyos beneficios la autora dona al Colectivo de Víctimas del Terrorismo en el País Vasco que presidió después del asesinato de su hermano.