
Publicado en 1984 y ganador del premio Booker, Hotel du Lac es el libro más emblemático de Anita Brookner y, sin duda, un clásico moderno. Con un estilo sutil y preciso, la destacada escritora británica explora en esta novela algunos de sus temas predilectos: la identidad femenina, las convenciones sociales, el conformismo y las emociones reprimidas.La protagonista, Edith Hope, es una escritora de novelas románticas que, tras un escándalo, se refugia en un tranquilo hotel suizo a orillas de un lago. Allí, mientras observa a los peculiares huéspedes del lugar —cada uno con su propia forma de lidiar con la soledad, el deseo o las apariencias—, se pregunta si se puede vivir sin amor; una duda que atraviesa también otras obras de la autora inglesa ya publicadas en Libros del Asteroide como Un debut en la vida (2018) y Vidas breves (2020).
¿Por qué leer a Anita Brookner?
Anita Brookner explora la soledad, la melancolía y la dignidad de personajes que, casi siempre en silencio, se resisten a los moldes establecidos. Retrata la vulnerabilidad y las tensiones entre deseo y convención social de quienes nunca terminan de encajar del todo. Su prosa, elegante y contenida, reivindica la intensidad de lo sutil: su mirada se centra en lo que muchos pasan por alto, las pequeñas derrotas cotidianas, los silencios que definen una vida, la impostura del juego social, las contradicciones íntimas que todos compartimos.Brookner es una autora imprescindible, creadora de un universo narrativo donde lo íntimo se convierte en espejo de lo universal y donde los más mínimos detalles esconden grandes verdades de la experiencia humana. «La mayor parte de mi vida parece que transcurre en un plano subterráneo», confiesa la protagonista de Hotel du Lac. Una sentencia que resume la esencia de la literatura de Brookner, una literatura de introspección y matices, un recordatorio de que la verdadera fuerza narrativa se encuentra en la calma, en la belleza de lo nimio y en esa capacidad única de iluminar lo invisible. Acercarse a su obra en la actualidad es tanto un reconocimiento como un acto de resistencia.
«A veces pensaba que el tiempo que pasaba urdiendo las tramas de sus novelas había sido una preparación para esto, su aventura final, su fantasía hecha realidad.» La vida de la escritora de novelas románticas Edith Hope empieza a parecerse demasiado a los argumentos de sus propios libros. Por eso, tras protagonizar un pequeño escándalo, sus amigos la animan a marcharse a Suiza, donde la sobria elegancia y tranquilidad del Hotel du Lac promete devolverle la cordura. Pero en lugar de encontrar paz y reposo, Edith se ve rodeada de una serie de peculiares huéspedes, caprichosos e insatisfechos, que le obligarán a repasar sus recientes decisiones desde una nueva perspectiva.
«Una novela que llega al corazón.» The Observer
«Pocos escritores pueden describir la condición humana con su inquebrantable honestidad. La última gran novelista del siglo XX.» The Telegraph
«Una gran historia de amor. Muy romántica. También humorística, ingeniosa, conmovedora y realmente inteligente.» The Times
«Brookner es una escritora hábil y precisa. Su escritura está llena de pasajes de prosa deslumbrante, fragmentos de autoconocimiento que nos asombran por la claridad y la concisión de la inteligencia de la autora.» Los Angeles Times Book Review
«Un clásico. Un libro que se leerá con placer dentro de cien años.» The Spectator
«Una de las novelistas británicas y europeas más destacadas del siglo XX.» Manuel Hidalgo (El Mundo)
«Con una ironía subterránea e infatigable, Brookner nos envuelve en el clima psicológico de heroínas descolocadas, absurdamente meticulosas, de sensualidad moderada, en plena crisis y esperando, sin esperanza, algún tipo de cambio en sus vidas.» Lourdes Ventura (El Cultural)
«Me he acostumbrado a leer todo lo que cae en mis manos y ha escrito Anita Brookner. Es una autora inteligente, observadora sagaz de la condición humana.» Luis M. Alonso (La Nueva España)
«Elegante, irónica, explora el vacío de la soledad y las complejas relaciones marcadas por la represión y el secreto.» Joana Bonet (La Vanguardia)
Un fragmento |
«Y ahora, paradójicamente, en el maravilloso silencio y la penumbra de su habitación, Edith sintió que su fatiga se diluía y esa inquietud soterrada, de la que a ratos había sido consciente mientras escribía la carta, empezaba a activarse, a crecer, a invadirla. Y a estas altas horas de la noche sintió cómo latía su corazón, y cómo su razón, ese instrumento de control, se fragmentaba a medida que las zonas ocultas, los bajíos peligrosos, afloraban a su conciencia. El pretexto de su estancia en el hotel, tan bien urdido, el tono, casi un éxito, de esta vida artificial y sin sentido que otros habían decretado para ella por su bien, aun cuando en realidad no entendieran cuál era su bien, se le reveló de repente en toda su futilidad. Tal vez el champán, la tarta, la celebración hubieran erosionado sus barreras mentales y permitido la entrada de asociaciones maliciosas y desagradables, reducido al absurdo los minuciosos preparativos que había hecho para sí misma, prohibido la diversión, devuelto la seriedad y la reflexión dolorosa, exigido explicaciones. Había creído que, al consentir este pequeño exilio, despejaba el camino, borraba la pizarra y que, a su debido tiempo, una vez recibido el oportuno castigo, podría regresar y reanudar su vida. «Estoy despejando el camino, Edith», recordaba que decía su padre cuando se ponía a romper papeles en su escritorio. «Solo despejando el camino.» Y sonreía, pero con los ojos cargados de conocimiento y tristeza. Sabía que nada volvería a ser lo mismo para él, que su estancia en el hospital no sería un breve interludio, tal como le había dicho a su madre para animarla. Y no volvió a casa. Y tal vez yo no vuelva a casa, pensó, con el corazón desgarrado de pena. Y detrás de la pena se sentía profundamente insegura, como cuando veía que la trama de una novela se resolvía finalmente por sí sola y el modo de conseguirlo. Sentada en mitad de aquel silencio, inclinó la cabeza y pasó revista minuciosamente a los acontecimientos que la habían traído, fuera de temporada, al Hotel du Lac.» |