Después de la adictiva Doce abuelas, vuelve Pablo del Río con su segunda novela, en la que continuamos por tierras asturianas. Esta vez nos adentramos en las hipnóticas vistas del parque Nacional Picos de Europa donde no todo será tan bucólico como los bellos paisajes.
Pablo de Río, profesor de filosofía tan enamorado del cine que llegó a escribir en prensa especializada, nos trae de nuevo a Adolfo, el joven monitor de surf y esquí al que acompañamos en la anterior novela de este autor y en la que se vio involucrado en la investigación del asesinato de su amigo.
La novela comienza ya de una forma tan emocionante que no da respiro al lector, quedando prendado desde las primeras hojas en las cuales unos senderistas franceses se ven atrapados por un derrumbe. También acompañamos al inspector Blasco y a la agente Palacios que tratarán de averiguar quien ha sido el responsable de arruinar la carrera de un prometedor tenista, causándole una terrible lesión mientras estaba siendo intervenido. Otro hecho drástico también requerirá atención como es la aparición de un esqueleto humano, del cual se encargará una pareja de la guardia civil. Todos estos hechos, en apariencia sin relación, irá destapando una trama muy bien trazada, demostrando como Pablo del Río es uno de los escritores más prometedores que tenemos hoy día en el panorama literario del género policíaco.
Si has leído la primera novela de este autor, te alegrarás de reencontrarte con Adolfo, quien ya protagonizó la anterior entrega. Continúa siendo un imán para los problemas; los laborales persisten, pero su espíritu libre solventará pronto estos. Será un hecho del pasado, el cual le marcó, al que tendrá que enfrentarse con la ayuda de una chica a la que ese suceso afectó personalmente.
Si por el contrario no te leíste Doce abuelas, no pasa nada, podrás disfrutar igualmente de la lectura de Ocho jueves, puesto que no te sentirás perdido/a, pero es recomendable —sabremos porque Adolfo tiene ese pedazo de coche que no le pega nada— al ser igual de disfrutable que la actual. También seremos conscientes de la evolución de Adolfo, mostrando aquí más madurez, descubriendo una pincelada más del talento de Pablo del Río a la hora de construir personajes.
La relación entre tramas y los desenlaces de estas también sorprenderán incluso al lector ávido y curtido dentro del noir. El autor maneja magistralmente las múltiples subtramas, así como las situaciones vividas por los personajes que las habitan. Logra encajar cada pieza de este intrincado puzzle de forma casi quirúrgica, en el que cada giro hará imposible abandonar la lectura.
Al desarrollarse parte de la trama en el marco incomparable de Picos de Europa, y gracias al gran trabajo de investigación por parte del autor, es una delicia leer los pasajes donde se desarrollan las acciones de montañismo y escalada, evocándolos grandes escenas del cine, de la que este escritor amante del séptimo arte igual se ha inspirado.
Pablo del Río advierte en la solapa del libro: «Para una novela de suspense no son imprescindibles ni el morbo ni la aparatosidad[…]». Yo soy de la misma opinión, y últimamente es en lo que parecen recrearse los autores del género para llamar la atención, haciendo la lectura algo incómodo en vez de algo de lo que disfrutar. Pablo demuestra que se puede hacer novela policíaca de calidad sin acudir a escenas desagradables ni escabrosas, pero sin caer en lo llamado cozy crime, de cuyo cursi término huyen la mayoría de escritores.
Maeva nos sigue alegrando la vida a los amantes de la novela negra, de cuyo sello, Maeva Noir, nos ofrece un catálogo donde elegir y disfrutar, como esta en la que del Río logra crear historias creíbles y entretenidas, pero sobre todo muy bien construidas donde el aficionado encontrará todo aquello que lo hizo enamorarse del género.