A veinte palmos del suelo de Álvaro Cot

Novela de estructura compleja, que engarza distintas historias con un hilo conductor: la vida del protagonista y las vidas de su familia y otras personas relacionadas con ellos. Lo curioso es que parte de la muerte del protagonista, Santiago Tortosa. Alguien, otro espíritu como Santiago, relata todo lo que pasa y le pasa. Una vez muerto, el espíritu (alma, cuerpo astral o como se le quiera llamar) de Santiago se sitúa, flotante, trasparente, incoloro e inodoro, en el techo de la habitación del hospital que aún ocupa el cadáver. Posteriormente flotará en los techos de su casa, siguiendo los movimientos de su familia : su viuda, Dominica, sus hijas Isabel y Rosario, sus nietos Almudena y Raul. 

Digamos que esta es la estructura base, pero sobre ella, o mejor dicho, entrelazada a ella, está la lectura de la novela que Raul descubre en el despacho de su fallecido abuelo y que crea en él una fuerte adicción, tal que no puede apenas dejar de leer. Esa novela crea una historia dentro de la narración general, pero a su vez, el relato recrea dos personajes de ficción, Mateo y Violeta, que a su vez tratan de hacer recuento de sus vidas por separado hasta descubrir un punto en común: Susan. Quien pueda ser este misterioso personaje lo descubrirá el lector al leer la novela.

Santiago fallece tras largos años de padecer Alzheimer, Y por lo tanto, de sumergirse en el neblinoso olvido y la confusión mental, con gran pena de sus familiares. Pero desde que pasa a ser un espíritu incorpóreo, los recuerdos vuelven, mezclándose con lo que va presenciando en su casa, los movimientos de su familia, las relaciones entre sí de la abuela, las hijas, los nietos…que casi todos tienen una historia detrás, unos secretos o un pasado problemático.  Pero el principal pasado es el del propio Santiago, qué va surgiendo de modo paralelo con sus —ahora sí—recuerdos,  al mismo tiempo que la narración descubierta por el nieto, además de unas cartas olvidadas, y otros detalles, dibujan el perfil del fallecido, encontrando que no coincide exactamente con lo que todos conocían de él.

Así, esta historia está cargada de sorpresas y giros copernicanos, no solo para los familiares de Santiago sino para el propio Santiago, que, desde su estado incorpóreo asiste sorprendido a los sucesos que van ocurriendo en los días posteriores a su fallecimiento y paso a una posición “astral” y flotante. Pero al mismo tiempo, mientras le dura esa vida inmaterial, le vuelven los recuerdos que el Alzheimer le robó, con lo que experimenta un cierto grado de felicidad post mortem. 

La novela se lee de un tirón y el lector va de sorpresa en sorpresa, siempre y cuando acepte la situación en que se coloca el protagonista, excusa que le sirve al autor para relatar la historia de un modo más original y simpático. Como también la excusa de la novela leída por el nieto, ofrece otra versión de lo que podría haber sido la historia De Santiago, entrecruzándose de continuo con la narración principal. Hay, salpicados por entre los capítulos, unas notas alusivas a piezas musicales variopintas, que, probablemente,  con un CD que acompañase el libro, tendrían más efecto, puesto que no todos los lectores pueden haber escuchado a —por poner solo un par de ejemplos—King Crimson o el espectacular aria de la Reina de la Noche en La flauta Mágica de Mozart. 

En suma, un libro de recomendable lectura, bien escrito, con pasajes de gran nivel  poético, y profundas reflexiones sobre la vida y la muerte que dejarán una huella en el lector.