Darío sigue a Amalia y sus amigos de bar en bar. Es viernes, 13 de mayo de 2011, y ellos son un grupo de jóvenes que, con el hastío a cuestas, traman una huida hacia adelante en la noche de Madrid. Entre bafles que escupen punk rock, acoples de guitarra y el ritmo de disco, soul y funk que llena las pistas, los garitos bullen y las drogas y la necesidad rabiosa de evadirse hacen el resto para que la noche se estire, parezca una fiesta infinita donde perderse y no dejarse atrapar por un sistema en el que ninguno de estos treinteañeros se reconoce.
A través de conversaciones cruzadas, monólogos interiores, diálogos teatrales, voces que se suceden y ojos y oídos que retienen retazos de realidad en medio de la vorágine o el desvarío, la novela condensa 72 horas que son el vértigo y el exceso que precede a la caída. En la polifonía, el ritmo sostenido de la narración, el efecto de oralidad que adquiere la prosa y la experimentación con el lenguaje, Javier Gallego encuentra, a su vez, el modo de contar el desconcierto, la rabia y las ilusiones rotas de un grupo de amigos cuya juventud se agota y no vislumbran un futuro donde proyectarse. Es el miedo, y no la esperanza, lo último que se pierde, le dice Amalia a Juan, mientras ella y sus amigos se asoman al desencanto desde sus historias personales y vivencias más íntimas, y una cotidianidad signada por las consecuencias de la crisis.
Tras años de erigirse como contracultura, soñarse héroes y, en un manual con guiños al situacionismo, establecer sus reglas de juego solo por el placer y la libertad de hacerlas saltar por los aires, los personajes de La caída del imperio llegan a los treinta, a esa edad que les habían señalado como el umbral de la adultez, sin empleo, casa ni hijos: el modelo de sus padres es un horizonte al que no desean y ahora tampoco pueden acceder, y la X de su generación, piensa Leo, viene dada por todas las incógnitas que cargan encima. Les queda la sensación de fracaso y una conciencia cada vez más nítida de la finitud, que aparece a través de la muerte de seres queridos, el fin de la relación de pareja, un aborto y la enfermedad de una hermana, o las oportunidades perdidas y la certeza, compartida por todos, de que nada es eterno, comenzando por el trabajo y el amor. La vida, en definitiva, no es como la habían imaginado, repite Juan, y los versos de «Que la vida iba en serio», de Jaime Gil de Biedma, resuenan en sus palabras y a lo largo de una novela que nos remite también a El Crack-Up, de Francis Scott Fitzgerald, y las letras de Ilegales, Siniestro Total, El Columpio Asesino, David Bowie, Pink Floyd y The Who, por nombrar algunas de las muchas referencias musicales que salpican la obra. Entre citas, alusiones y personajes que, en sus diálogos o monólogos, tantean las definiciones para una generación que convive con el miedo a crecer, La caída del imperio habla asimismo de la amistad, la música, la evasión y las experiencias compartidas como un refugio que quizás no salva pero consigue atenuar el golpe cuando la brecha entre expectativas y realidad queda al descubierto.
«La historia de un grupo de amigos en plena efervescencia vital me persigue desde hace más de una década. Casi otra década he tardado en darle
forma. En ese proceso, el paso del tiempo se apodderó de la narración, se convirtió en el tema. Pasó de ser una novela de exaltación de la juventud a
ser una novela sobre el final de la juventud. Está el estallido, pero también el eco de la explosión en el que se intuye el silencio de después. Y sin embargo,
no está todo perdido…».
«La caída del imperio es una novela sobre lo que es importante siempre, pero es más extremo en la juventud: el amor y la amistad. Es una novela
sobre quienes entienden la amistad como familia y el amor como una experiencia radical»
(c) Pablo González Batista
Javier Gallego (Madrid, 1975) es periodista, escritor y director del podcast de éxito Carne Cruda, primer programa en España financiado por sus oyentes y ganador del Premio Ondas en 2012. Ha publicado los poemarios Abolición de la pena de muerte (Arrebato Libros, 2013) y El grito en el cielo (Arrebato Libros, 2016). Un largo poema suyo se transformó en el cómic Como si nunca hubieran sido (Reservoir Books, 2018), dibujado por su hermano, el pintor e ilustrador Juan Gallego, con quien prepara una segunda novela gráfica. Su trabajo como columnista está recogido en Lo llevamos crudo (Léeme Libros, 2012) y tiene cuentos, poemas y ensayos periodísticos publicados en varias antologías.
Escribe en Eldiario.es, ha trabajado en TVE, RNE, SER y M80 y ha colaborado en programas de Cuatro y La Sexta. Desde los 90, ha sido batería en bandas de rock y jazz underground con las que ha publicado cinco discos. La caída del imperio es su primera novela.