Para muchos de nosotros, el Pirata siempre irá asociado a su mítico programa Emisión Pirata, programa itinerante que ruló por distintas radios como lo hizo su propio creador. Para los que llevamos el heavy en el corazón, este programa significaba un oasis en medio de la música comercial y cañí, porque hubo una época en la que los que llevábamos el pelo largo y vestíamos nuestras chupas, eramos los parias que escuchábamos música del Diablo.
Estoy hablando de años muy anteriores al invento este del internet, donde hoy podemos escuchar todo lo que nos dé la gana a un golpe de tecla. Tiempos en los que para oír lo que nos gustaba había que currárselo mucho. Y eso que yo ya nací en un tiempo en el que podía acercarme a una gran superficie y oír esa música que me dejaba extasiado, a pesar del chorro de decibelios que derrochaba. Digo oír, porque lo que es comprar, aun eso estaba lejos, ya que no teníamos ni para cromos. Pero gracias a que existía ese programa descubrimos grupos y estilos que de otra manera nunca llegaríamos ni a imaginar. De vez en cuando le perdíamos la pista y leíamos en algún sitio que el Pirata había chapao. Una constante en la vida de este hombre, y que comenzaba su nueva andadura en emisoras que ni nos sonaban ni alcanzábamos a oír en tan remoto lugar del que procedíamos.
Afortunadamente hoy podemos disfrutar de la sapiencia que este señor transmite a través de las ondas. Eso sí, gracias a internet, porque en la ciudad donde vivo sigue sin llegar las ondas hertzianas enviadas desde su actual emisora.
Es por lo que El Pirata ha significado tanto para muchos de nosotros. Es por lo que debía tener en mis manos su nuevo libro: El Pirata. Más de medio siglo de radio y rock.
Los que lo seguimos, lo sabemos, pero por medio de su autobiografía nos lo confirma, y es que si una palabra define a este animal de la radio es humildad. Honesto a la hora de narrar su vida desnudando su alma con el corazón en la mano.
En este libro descubrimos a Juan Pablo Ordúñez desde su más tierna infancia; de cómo una enfermedad marcó su vida, y cuya secuela le imprimió carácter y su seña de identidad. Siempre optimista, superando adversidades, nos cuenta su vida sin dejar nada en el tintero. Lo sentimos cercano, demostrando que siempre ha sido un jabato muy humano, que solo luchó por lo que era su pasión, sin venderse, a pesar de sufrir las consecuencias.
Un tipo que se reinventa una y otra vez. Un Ave Fénix que da tumbos torpemente a la hora de despegar, pero que finalmente surca el aire con total elegancia hasta alcanzar el cielo.
Este libro no es solo la historia de El Pirata; es historia de España; es historia de la Radio. A través de sus ojos seguimos la evolución —y la irrupción— de nuestra música en este país. Esa dificultad que describía al principio de hacerse con los discos que se vetaban provocado por vivir en un país que no evolucionaba, imposibilitando salir de las sendas marcadas por regímenes tan obsoletos como eternos. Pero como el hambre agudiza el ingenio, es ingenio el que no le faltaba al joven Juan Pablo a la hora de recopilar material, al principio para su propio disfrute, después para deleite de todos aquellos que tenía la suerte de escucharlo a través de sus radios.
Con la jerga que forma parte de su idiosincrasia, el Pirata nos va narrando lo que ha sido su vida; de todas las caídas de las que tuvo que levantarse para continuar su camino. De todas esas radios en las que se curtió, en las que ni tan siquiera cobraba —incluso muchas veces era él quien pagaba ese espacio para poder salir al aire, hasta ahí llega su pasión—. Todos los proyectos frustrados que pergeñó a lo largo de su vida, sin olvidar a los personajes y personas con las que se topó a lo largo de su carrera, sin cortarse lo que opina de cada uno de ellos. Como diría el maestro Rosendo, sin faltar, porque Juan Ordúñez es un caballero, y siempre se queda con lo positivo de cada uno, porque como él mismo reconoce, todo sirve para aprender.
Todo esto nos lo narra de una forma que engancha, dejándote ganas de más, porque su estilo traspasa las páginas, y más que leer, parece que es un colega que nos cuenta sus tribulaciones delante de una birra en la barra de nuestro bareto habitual, mientras de fondo suena el Highway to Hell de sus queridos AC/DC. Larga vida al Pirata, larga vida al rock.