El cerco de Mariupol, de Andrea Nicastro

Pronto se cumplirá el segundo aniversario del comienzo de la invasión de Ucrania por parte de Rusia. Lo que se creía sería un conflicto corto, se está enconando gracias a la resistencia ucraniana.

El conflicto viene de lejos, pero fue en febrero de 2022 cuando los misiles rusos comenzaron a impactar en territorio ucraniano. En marzo las tropas rusas tomaron la ciudad de Jerson, después le tocó el turno a Mariupol, asediada desde el 1 de marzo hasta el 16 de mayo. Se trata de una de las ciudades ucranianas clave al ser portuaria y uno de los centros más importantes de la metalurgia y la construcción de maquinaria.

El sitio que sufrió fue terrible para sus ciudadanos puesto que la población civil sufrió la falta de alimentos y agua sin contar con los constantes bombardeos rusos. Rusia ha sido acusada de cometer abusos humanitarios y crímenes de guerra por este hecho.

Andrea Nicastro, periodista italiano, es enviado especial del Corriere della Sera. Lleva años informando sobre las guerras de Kosovo, Chechenia, Afganistán, Irak, Ucrania, Líbano, Turquía… labor con la que ha sido laureado con multitud de premios por su labor informativa.

A raíz de su experiencia, ha escrito varios libros de ensayos y crónicas, pasando con El cerco de Mariupol a la novela, pero no por ello menos real que el resto de su bibliografía.

A través de distintos personajes nos narra la situación y las consecuencias del cerco de la ciudad. Todos pasaran de una vida normal, como la que vivimos cualquiera de nosotros, a una situación que a muchos se les tornará una experiencia casi surrealista, como si de repente viviesen dentro de una película o novela ucrónica o postapocalíptica. Imaginaos que de la noche a la mañana vuestra vida tal y como la conocéis se acaba. Perdéis vuestra casa, vuestro trabajo, y hasta el hábito diario más común, como puede ser ir a comprar pan, se convierte en un lujo que puede no volver. Esto es lo que ocurre cuando la guerra llega a tu puerta.

Andrea nos lo muestra a través de los ojos de este reparto coral en el que encontramos a una niña de apenas cuatro años que se ve separada de su madre, capitán médico del ejercito ucraniano, y forzada a convivir en condiciones precarias rodeada de desconocidos. En la narración encontraremos, en cursiva, pequeños extractos en forma de flashforward de esa niña ya anciana, que contará a su nieto la situación que vivió durante la cruel experiencia. Es a través de estos incisos en los que el autor muestra, no solo lo duro de la guerra, sino también las consecuencias y secuelas que marcan posteriormente y para siempre.

Un adolescente verá como pasa de estar disfrutando en un pub rodeado de amigos como cualquier joven normal, a estar confinado en el húmedo y precario sótano de su edificio, junto al resto de vecinos, tratando de sobrevivir a los incesantes bombardeos; así como otros personajes que verán su vida truncada por eso tan ajeno al ciudadano medio que es una guerra que han decidido declarar unos poderosos para los que no es más que un trámite que no interferirá apenas en su vida diaria.

El autor nos ofrece una visión general de las víctimas del conflicto, incluyendo algún personaje del bando del invasor, como es el joven panadero idealista, que sufrirá en primera persona la atrocidad de la guerra, y no me refiero a las explosiones o los disparos, sino al agravio ejercido por los de su propio bando a terceras personas, demostrando a qué niveles de decadencia puede llegar el ser humano, donde cree que una guerra justifica el comportamiento más depravado hacia sus semejantes, sacando a la luz la verdadera naturaleza de cada cual.

Con un lenguaje conciso y carente de sentimentalismo, Andrea Nicastro se limita a contar unos hechos sin manipular a quien los lee, puesto que los acontecimientos narrados ya son lo suficientemente crudos como para enfatizar sus consecuencias. El lector tendrá activada su empatía a lo largo de la novela, puesto que es algo tan real que no cuesta imaginar que nosotros mismos podríamos correr la misma suerte. Nadie está a salvo de sufrir un revés semejante y perderlo todo de un día para otro, incluida la propia vida o la de los que nos rodean, y obligados a abandonar nuestro hogar.

Altamarea nos presenta esta corta novela que se leerá pronto, porque desearemos que los habitantes de sus páginas salgan bien parados al final de la misma, sin olvidar que a pesar de no ser reales, encarnan a personas que sí lo son, donde la única diferencia reside en que sus nombres son otros. Inocentes que cada día sienten la injusticia de una guerra que les resulta tan extraña como ajena. Es en esos momentos cuando nos alegraremos de tener un hogar al que regresar y una vida a la que ellos puede que no vuelvan, y si lo hacen jamás serán los mismos.