Escribir no es tarea fácil, creo que de esto nadie duda —a pesar de que si hoy diéramos una patada en el suelo, nos saldrían cuatro escritores—, pero cuando hablamos de según qué géneros, la cosa se complica aun más. Un escritor consagrado por su experiencia, puede ser un dechado en cuanto a literatura de ficción se trata, pero puede que cuando se enfrenta al reto de escribir sobre alguien, o sobre sí mismo, la tarea puede ser harto complicada, donde tal vez, alguien con apenas experiencia en las letras pueda llegar al objetivo con éxito.
Más o menos esto es lo que nos cuenta Vivian Gornick al principio de su libro señalando su propia experiencia cuando al acudir a las exequias de una investigadora en medicina, algunos allegados dirigieron unas palabras sobre la fallecida, sin conseguir transmitir más que el manido discurso, pero donde una pupila conmovió a los presentes no limitándose a los consabidos elogios sino detallando lo que era compartir junto a ella el día a día.
La neoyorquina Vivian Gornick, nacida en 1935, es una de las figuras más representativas del feminismo en Estados Unidos. Periodista, historiadora, ensayista, crítica literaria… autora de varios libros, es una especialista de la autofcción, por lo que consiguió el galardón Premio de Literatura Windham- Campbell.
Basada en su propia experiencia, su reflexión sobre el buen escritor que no tiene porqué dominar la no ficción (léase ensayos y biografías), la realiza en su propia experiencia a través de la autocrítica a raíz de su primer intento en el que trató de plasmar su viaje a Egipto y su relación con los cairotas de clase media. Acostumbrada al periodismo personal en Nueva York, creyó que podría aplicar la misma fórmula, pero descubrió que Nueva York no era El Cairo, y lo que funcionaba en una, no resultaba en la otra, ya fuese por sus habitantes, ya fuese por la bomba de emociones que suponía, debiendo plantearse la forma de escribir que había usado hasta entonces.
«Toda obra literaria tiene tanto una situación como una historia. La situación es el contexto o las circunstancias, en ocasiones la trama ; la historia es la experiencia emocional que interesa a quien escribe […] la cosa que ha venido a decir». De esta reflexión procede el título de este libro, y es lo que su autora trata de explicarnos a través del análisis de autores clásicos y contemporáneos especializados o que experimentaron con este género literario, como pueden ser J. R. Arkeley, D. H. Lawrence, Joan Didion, Harry Crews, Seymour Krim, James Baldwin y otros.
Algunos de ellos, grandes novelistas, que no consiguieron dominar el arte del ensayo autobiográfico o las memorias por adolecer de falta de empatía en la no ficción y, que por el contrario, cuando ese mismo defecto se convierte en frialdad que envuelve a personajes ficticios, pueden hacer grande la ficción. Otros salieron airosos, pergeñando grandes obras del género.
En este libro, su autora no trata de transmitirnos lecciones magistrales que provoquen en nosotros el milagro de dominar tan complejo estilo, se limita a ser observadora objetiva en el análisis de los escritos de estos autores, y es a través de dichas observaciones por las que aprenderemos a leer entre líneas, porque no se trata de leer con literalidad los textos, si no de saberlos interpretar, captando el verdadero mensaje que el autor, o autora, pretende transmitir, por ende, cuando nosotros seamos los que escribamos, sepamos transmitir la historia al redactar la situación. Vivian realiza esta labor sin caer en el trato distante ni la retórica, ella realiza su exposición desde la admiración que siente hacia dichos autores contagiándonos su pasión.
No se trata de un manual que promete hacernos mejor escritores. Se trata de una obra que nos hará mejores lectores, para que a la hora de ponernos manos a la obra, seamos capaces de trasmitir con emoción a golpe de perseverancia y autocrítica.