Cuando llevas tantísimos libros en tu haber, te vas volviendo más exigente. Cada vez son menos aquellos que logran emocionarte realmente; pocos los que te marcan y te dejan con la sensación de que no solo han sido unas páginas encuadernadas que han logrado entretenerte; algunos logran alcanzarte y alojarse perennemente en un rinconcito de tu ser. El secreto de las hermanas Asorey es uno de ellos.
Marta Estévez, esta licenciada en filología inglesa nacida en Vigo, nos traslada a 1931 en su primera novela. En los albores de la Segunda República, muere el doctor Asorey rodeado de sus cuatro hijas. Como reacción al miedo a la incertidumbre que se cierne sobre el país ante el nuevo sistema de gobierno, las hijas del doctor deciden tomar una decisión. La muerte del progenitor coincide con la aparición de una joven lavandera asesinada. Esta casualidad puede hacer que el secreto de las hermanas salga a la luz.
Marta nos hace llegar esta historia intimista y reflexiva de forma sencilla. Nos va calando poco a poco hasta que estamos realmente involucrados, provocando que no queramos abandonar la lectura y dejar desamparada a ninguna de ellas. Hermanas de personalidades tan diferentes como diferentes los modos de vida que han decidido o se han visto obligadas a seguir. Una etapa decisiva de la historia, en la cual las mujeres parecía que empezaban a florecer; a dejar de ser sirvientas, cocineras, amantes dóciles o meros complementos de los hombres; parecía que al fin podrían emanciparse de la supervisión masculina y al fin ser independientes. Al conocer nosotros el trágico desenlace de ese corto periodo de la historia, aportamos, los lectores, ese complemento de anticipo a la tragedia en la que desemboca dicha etapa política, haciendo en todo momento que temamos por el sino de los personajes principales.
La novela avanza rápidamente impulsada por sus cortos capítulos, en los que encontramos, a modo de introducción a cada uno, una pequeña reflexión del quien lo protagoniza. Con estos breves renglones, la autora consigue que adoptemos el punto de vista de éste, a la vez que vamos desgajando matices de su personalidad.
A caballo entre la tragedia de La casa de Bernarda Alba y el optimismo de Mujercitas, la evolución de los personajes se produce gracias a autodescubrimiento que realiza cada uno al encontrarse frente a acontecimientos que provocan que sus vidas den un giro de ciento ochenta grados. Siendo el desencadenante un hecho tan trágico como es la muerte del cabeza de familia, dando lugar a un secreto, alimentado por el miedo a la desprotección, provocando en ellas una nueva visión del mundo en el que la inseguridad de un principio, se va tornando en una reforzada seguridad.
Podríamos decir que es una novela coral, ya que a pesar de que el lector se decante por uno u otro, todos tienen su protagonismo, ruedas de un engranaje perfecto donde las decisiones de unos deciden la trayectoria de otros. Tal vez Eloisa lleve el mayor peso de la trama, o tal vez nos lo parezca por ser la más decidida y moderna, viviendo en un tiempo al que no pertenece; o sí, al que debe pertenecer, ya que gracias solo a mujeres con su determinación fue posible la lucha y el cambio. Aunque todas las hermanas son fuertes y valientes a su modo; Tilde asumiendo ese papel de madre de las demás; Tea bregando con sus traumas y problemas de salud; Celia, aguantando la hierática actitud de su prometido para así ver cumplido su sueño.
El resto de personajes no se quedan a la zaga, ya que Pablo, el joven periodista es digno de la determinación de Eloisa, al igual que su amiga Alicia. O Manoliño, ese niño con ganas de aprender, que es la personificación del progreso y la transformación que está sufriendo el propio país. Y no olvidemos al teniente Ventura, un ser despreciable y misógino con complejo de Edipo, pero sin el cual no se produciría la catarsis y transformación de todos ellos. Pero si hay un personaje que habita en todas las páginas de este libro, es la ciudad de Santiago de Compostela, donde su húmedo clima y peso de santidad, envuelve a todos los demás como su perpetua lluvia fina.
Una novela que, como decía al principio, pertenece a aquellas que te llegan al alma, con las que te emocionas y donde los habitantes de sus páginas llegan a formar parte de ti. Una de esas novelas que te hacen reflexionar y recordar porqué te enamoraste de la lectura.