Coraje de patriotas, de James Nava

He acabado de leer la tercera entrega de la saga que James a dedicado a Zack, Mary y a todos los que los acompañan en sus aventuras a través del bello y hostil lejano oeste. La verdad es que me ha dejado un poco triste. Echaré de menos a nuestros protagonistas y espero que James Nava publique la continuación de esta emocionante saga pronto. Que sea benévolo con nosotros, y no nos haga esperar demasiado.

En nuestra web podéis encontrar las reseñas de las dos novelas que anteceden a «Coraje de patriotas», en las que dejo patente la calidad de la obra, tanto por el trabajo de investigación que llevan detrás, así como argumentalmente, consiguiendo su objetivo, que no es otro que entretenernos a la vez que nos emocionan.

Con esta tercera entrega, Nava no solo logra trasladarnos a la época en la que hombres y mujeres valientes lograban llevar la civilización a los confines de un país tan joven como salvaje, también consigue que nos sintamos como en casa a los que hemos seguido a través de las dos novelas anteriores la historia de nuestros protagonistas, a los que sentimos ya como parte de nuestra familia. Si en algo destaca la escritura de James es ese cariño y respeto que les otorga a su personajes, sean reales o ficticios. Esto lo podemos ver con un simple gesto que me ha llamado la atención en sus libros. Cuando nombra a los protagonistas de la acción no se limita a señalar a los más importantes y aludir al resto. No, James evidencia que ama y respeta a sus personajes cuando ves que usa el nombre propio de cada uno de ellos, aplicándose este gesto incluso cuando actúan Aiyana, Malakai, Baron y Shiela, los lobos que protegen a nuestros héroes, y que son el perfecto catalizador a través del cual, nuestro autor, demuestra su amor y respeto por la naturaleza y el vínculo que nos une a ella.

En sus páginas vemos como Zack y los muchachos siguen disfrutando de un permiso, más que merecido, en el que no han podido desconectar de la crudeza de la guerra debido a que han de lidiar con los pistoleros contratados por el malvado Bart Hamilton, que continúa obcecado en arrasar Clearwater y a sus gentes, a Mary y Zack en particular, a la vez que trama sus intrigas por medio de ese Club de los Poderosos que conspira contra el presidente Lincoln.

Nava sigue deleitándonos con su habilidad a la hora de tejer escenas de lucha con la misma facilidad con la que nos embelesa con las más tiernas e intimas. Nos conduce por batallas épicas que decidieron el destino de la guerra de Secesión, relatándolas de tal modo que casi sentimos las balas silbar sobre nuestras cabezas. Aunque lo señalé en la reseña de «Jinetes de honor» he de destacar de nuevo como se refleja la experiencia del autor en su faceta de asesor militar. En segundo plano vamos siguiendo la progresión de la guerra civil, y de cómo esas batallas también se llevaron a cabo en los despachos, de la mano de políticos y estrategas que demuestran que la propaganda juega un papel tan importante como la balística.

Otro acierto por parte del autor es la falta de edulcorante a la hora de narrar las maldades de las que son capaces los seres humanos, hecho que demuestra que el apelativo de «salvaje oeste» no es un título romántico, donde retrata la realidad de una tierra habitada por hombres sin escrúpulos que se creían con el derecho a coger lo que querían sin importar el sufrimiento que infligían a los demás. Afortunadamente también existió gente valerosa y con ética, personificadas por nuestros protagonistas, que no por justas no supieran usar mano dura con aquellos que abusaban de los inocentes.

Por sacar una pega he de decir que me he quedado con ganas de más, y que Nava nos deja con la miel en los labios, poniendo a prueba nuestra paciencia a la hora de esperar al próximo libro de esta saga que ya se ha convertido en una de mis favoritas.

A los que aun no os habéis adentrado en esta aventura que comenzó dos libros atrás, os envidio, porque es un placer emprender este viaje junto a sus protagonistas. Si como yo ya estáis esperando la cuarta novela, uníos a mi grito: ¡James, queremos más!