Puestos a recomendar alguna lectura vinculada a la estación o a las fiestas en las que estamos indefectiblemente inmersos, podríamos pensar en ciertos autores cuya solvencia les ha permitido hacer incursiones, tan personales como poco convencionales, en los territorios a que hacemos referencia. Así tendríamos al Auster de El cuento de Navidad de Auggie Wren, al Monzó de Tres Navidades, o incluso al estupendo Perec de El viaje de invierno.
Emparentado con estos textos por su ambientación y brevedad se muestra el último libro de Peter Stamm publicado por Acantilado, Marcia de Vermont, un relato que, con el subtitulo de ‘Cuento de invierno’ y una conveniente portada, quiere atraer a ese lector que gusta de sazonar estas fechas con historias ad hoc.
El protagonista de la narración, Peter, rememora las Navidades en que conoció a Marcia en Nueva York. Hija de una familia adinerada, participaba en un trío en el que se integró alegremente nuestro narrador, disfrutando de una sensación de libertad que no pudo recuperar en sus siguientes visitas a la ciudad. La historia, sin embargo, no pasó de aquel invierno y, tras su marcha después de Nochevieja, no volvió a saber de ellos. Más de treinta años después Peter es invitado, como reputado pintor que ahora es, a una colonia de artistas en Vermont.
El complejo, aislado en medio de un paisaje de montaña, ha crecido alrededor de la que fuera residencia de la familia de Marcia, y es que su padre es el creador de la fundación para el fomento de las artes que promueve el retiro. Allí, sin apenas relacionarse con sus colegas ni con el esquivo personal que los atiende, Peter se va a ver enfrentado a aquel pasado al creer reconocerlo en un manuscrito encontrado en su estudio titulado ‘Un cuento de Navidad’, o en los versos de una obra que adquiere en la librería del pueblo.
No es la primera vez que Stamm sitúa a sus personajes en una residencia en mitad de una naturaleza indiferente y agreste, a medio camino entre el hospital de La montaña mágica y el hotel de El resplandor. Ya lo hizo en el texto ‘Los veraneantes’, incluido en A espaldas del lago. De igual modo, en su libro de relatos Lluvia de hielo encontramos a un narrador que pasa el día de Navidad en Nueva York, o a otro que comparte allí piso con una pareja. Y es que el autor suizo no se resiste a establecer conexiones entre sus textos, o a retomar las situaciones y escenarios que mejor convienen a sus siempre sugerentes propuestas.
A pesar de sus pocas páginas, en Marcia de Vermont caben muchas cosas, incluso una onírica fiesta de máscaras que podrían haber filmado David Lynch o el propio Kubrick, pero, sobre todo, caben unos personajes tan solitarios como memorables, y la constatación de que frente a la exaltación juvenil de lo que podría ser se acaba alzando la nostalgia madura de lo que podría haber sido.
Rafael Martín