Hablar de Anna Seghers es hablar de una de las máximas exponentes de la literatura alemana. Considerada una de las escritoras y feministas más importantes del siglo XX. Nacida en el seno de una familia judía ortodoxa y luchadora incansable contra el fascismo. Combatió a los nazis desde la llegada de estos al poder en 1930, por lo que fue arrestada por la Gestapo; sus libros prohibidos y quemados. Consiguió que liberaran a su marido de un campo de concentración del sur de Francia donde fue recluido. Pudo huir en barco desde Marsella a través de Martinica y Nueva York, hasta llegar a Ciudad de México. Una vida digna de una de sus novelas. Todo este periplo inspiró «Tránsito».
Escritora de éxito desde su primera novela «La revuelta de los pescadores de Santa Bárbara», publicada en 1928, escribió más de treinta novelas, consiguiendo mayor trascendencia con «La séptima cruz», tal vez por la relevancia que tuvo su adaptación al cine de la mano de Fred Zinnemann y protagonizada por Spencer Tracy en 1944. Pero es quizás «Tránsito», la novela por la que es más recordada. Gracias a esta edición que nos ofrece Nørdica podemos disfrutar de su lectura. Elogiable la traducción que ha realizado Carlos Fortea.
En ella nos narra las vicisitudes de este joven alemán, del que desconocemos su nombre, que consiguió escapar de dos campos de concentración. Por fin ha podido llegar al puerto marítimo de Marsella. Por el camino tropieza con una carta que ha de entregar a un escritor llamado Weidel. Descubriendo que el receptor se ha suicidado, encuentra una maleta que contiene cartas y el manuscrito inacabado de una novela. Sintiendo una deuda moral, trata de encontrar a la viuda de Weidel, convirtiéndose él mismo en refugiado, pero las autoridades creen que en realidad él es el propio escritor bajo seudónimo. Poco a poco irá reconstruyendo la historia del fallecido.
La autora escribió esta novela cuando vivía la misma situación de refugiada que su innominado protagonista. Los hechos que nos narra: la dificultad en conseguir los papeles y permisos necesarios para poder embarcar y llegar a un destino seguro, son las mismas complicaciones que tanto ella como millones de ciudadanos, que perdieron precisamente esta condición, tuvieron que sortear para poder huir de un país que no los quería dentro de sus fronteras, pero que a su vez no hacía más que ponerles trabas para que no pudieran realizar lo que se les exigía. Personas que se aventuraban a un futuro incierto, tratando de escapar de un presente más incierto aún. Ciudades que no son un destino, como sentencia uno de sus personajes: «[…] hijo mío, porque todos los países temen que en lugar de pasar, queramos quedarnos. Un tránsito… es permiso para atravesar un país cuando está claro que no se quiere permanecer en él.[…]»
Con un estilo preciosista cargado de prosa poética, seguiremos las tribulaciones de nuestro reflexivo protagonista. Un pobre hombre que es la excepción al resto, puesto que él se contenta con sobrellevar la situación en esta ciudad, no necesita huir; no cree que la solución esté en cambiar su incertidumbre por otra. Anna consigue transmitir, con sus escasos diálogos y narración en primera persona, esa sensación de soledad que siente aquel que ya no pertenece a ningún lugar. Conoceremos a multitud de personajes y sus motivaciones para abandonar un continente que estalla en llamas. Sus distintas condiciones particulares que convergen en un mismo propósito.
Leyendo esta novela ha acudido a mi mente en varias ocasiones aquella obra imprescindible de Vasili Grossman, «Vida y destino». No solo por la similitud de estilos, también por las conmovedoras historias que, me consta, se apoyan más en la realidad que en la inventiva de sus creadores. Personas ajenas a la política y asuntos más grandes que ellos, que pagan las consecuencias sin haber adquirido esas deudas. Pero que aquí son el telón de fondo, donde el hilo central es la historia de este alemán que por —al menos al principio— su desmedido deber moral, se carga con la obligación de dejar resueltos los asuntos de un muerto, al que ni tan siquiera conoció. Pero que al final es el amor el detonante que lo impulsa a dejarse llevar por las circunstancias.
Literatura con mayúsculas. Obra indispensable que hay que leer más de una vez en la vida. En ella aparece todo lo que nos hace humanos.