La letra herida. Autores suicidas, toxicómanos y dementes

Morir para contarlo: genios de la literatura en plena autodestrucción

La letra herida es el nuevo ensayo que firma Toni Montesinos y edita Berenice. Desde la inusual dedicatoria (“En olvido de mi padre, que me destruyó para siempre”) que da paso al prólogo, duro como un golpe directo al estómago, el autor, con una amplísima carrera literaria y como crítico literario, sitúa al lector en un terreno tan sufriente como inspirador desde el punto de vista artístico.

El lector se abrirá a este enjundioso ensayo, escrito con una prosa vívida y profunda sensibilidad, con una serie de vidas dantescas de escritores aferrados a las letras y que vivieron a remolque. O que sobrevivieron. O que, sencillamente, un día se quitaron de en medio dándose muerte. Borracheras, accesos de demencia y todo tipo de drogas sirvieron para soportar sus vidas o, incluso, llegar a concebir algunas de las más bellas páginas que ha dado la literatura.

Habla este texto de soledades y sufrimientos, de seres trastornados y alcoholizados: del culto al cuerpo de Mishima hasta hacerse el harakiri y la impaciencia por salir del mundo de Pavese; del doliente y enloquecido Nietzsche y del hondo inferno de Strindberg; del suicidio tan mísero como su existencia de un superventas como Salgari; del hígado incompatible con la vida de Rubén Darío; de las duras y malas calles que pisó Jack London, surcador de mares; de la inteligencia demente de Virginia Woolf; del yo múltiple bañado en aguardiente de Pessoa o del paraíso perdido de Lowry. Y también, de la melancolía y el tedio de vivir, del personaje Werther y de Cioran. De tantas vidas creativas –Bukowski, Fante, Kerouac, Capote, P. K. Dick…– tantas veces malogradas por voluntad propia.