Siempre es un placer reencontrarse con Philip K. Dick. Autor de género de sobras conocido, pero que no para de sorprendernos en cada una de sus novelas. A pesar de acudir a sus temas recurrentes, estos son tratados de distinta manera a lo largo de sus diferentes historias. El uso de drogas, las enfermedades mentales o la inteligencia artificial son usados al servicio de la narración que escribiera en ese momento, y donde en una todos estos elementos permitían viajar y fundar colonias en planetas y satélites, en otra conseguía trasladarnos a futuros distópicos, plasmar un futuro donde las grandes corporaciones juegan con nuestras mentes o incluso crear dioses dementes para los que no somos más que una diversión. Esta vez, en “Podemos fabricarte”, estos elementos son usados de forma más mundana, donde aparece algún componente futurista como pueden ser los viajes en cohetes o la formación de colonias en la Luna, pero todo esto aquí se ve de soslayo. De lo que verdaderamente trata este libro es de la debilidad humana que se manifiesta a través de ese sentimiento al que llamamos amor. Aquí tratado como lo que seguramente es: un trastorno mental. Porque lo que nos cuenta esta vez Philip es una relación que más que tóxica es literalmente enfermiza.
Louis Rosen es un vendedor de órganos musicales eléctricos. De repente, sus socio, junto a su hija y otro empleado, le sorprenden con la creación de una réplica robótica perfecta de Edwin M. Staton, Secretario de Guerra de los Estados Unidos durante la Guerra de Secesión. Al comprobar el éxito de la creación, deciden fabricar otro que será la copia exacta del mismísimo Abraham Lincoln. Los problemas empezaran cuando entra en juego un oscuro multimillonario que quiere explotar dichas creaciones en beneficio propio, arrastrando con ello el porvenir de la empresa del protagonista. Mientras tanto, Rosen se verá cada vez más obsesionado con conseguir el amor de Pris, la hija de su socio, pidiendo consejo al robot que es aparentemente el más icónico y respetado presidente que ha tenido su nación. Pero es la personalidad de la propia Pris el obstáculo más difícil de solventar para que finalmente triunfe el amor. Y es que esto es harto difícil cuando la amada es una mujer incapaz de entender las propias emociones humanas, lo que la asemeja más a un robot que las propias réplicas de tan insignes personajes. K. Dick juega aquí con esa ironía en la que hay veces que un ser artificial pueda resultar más humano que uno de carne y hueso.
Esta novela fue escrita en 1972, dos años antes de que Philip K. Dick diese un giro a su obra debido a las alucinaciones que sufrió cuando se recuperaba de los efectos del pentotal sódico administrado durante la extracción de una muela, el cual fue el desencadenante de su no diagnosticada esquizofrenía, que marcó el resto de su obra en la creación de historias semiautobiográficas en la que los elementos religiosos ganaron mayor protagonismo.
En “Podemos fabricarte” hace mucha alusión al tema enfermedad mental, incluyendo en la trama que tres de cada cuatro individuos sufre alguna de ellas. Un Gobierno distópico que se preocupa por el tema y realiza test para detectar estos trastornos, e internar en centros de salud mental a sus ciudadanos afectados; test que todos han de pasar incluso a la hora de optar a cualquier empleo. Esto demuestra la obsesión del autor por esta clase de dolencia, y que realmente creía que la mayoría de la población sufría algún tipo de inclinación hacia alguna enfermedad mental. Pero lo que realmente resulta curioso es su forma de tratar la obcecación del protagonista por el amor de Pris, a la cual cree enamorada de él, a pesar de esta negárselo reiteradamente. Una chica fría y calculadora que es capaz de usar la obstinación del Louis para provecho propio. Nos retrata a un pobre hombre incapaz de controlar ese sentimiento a pesar de ser consciente del daño que le infringe, mostrándonos el perjuicio que puede producir una relación tóxica. Quizás sea esta una de las novelas más realistas y humanas de este autor, donde a pesar de aparecer elementos de ciencia ficción, estos quedan en segundo plano como meros componentes que contextualizan la historia. No por ello pierde el interés y hará las delicias tanto del seguidor del emblemático escritor como de aquellos que no lo son, al tratarse de una historia visceral con un protagonista con el que es fácil empatizar debido a que quien más quien menos ha llegado a enamorarse de quién no debía o le convenía.