“Los hijos de Shifty” de Chris Offutt

«Esto es country noir del bueno. Combina una buena dosis de acción con retratos cristalinos de tipos duros pero listos.» Bill Ott (Booklist)
 
«Las novelas protagonizadas por Mick Hardin tratan sobre un lugar y su gente, y el resultado es un retrato vívido lleno de perspicacia y sabiduría, humanidad y afecto.» Jonathan Ames

Mick Hardin, agente de la División de Investigación Criminal del ejército, se encuentra de permiso en su Kentucky natal cuando aparece el cadáver de un hombre en el centro del pueblo. Se trata de Cabronazo Barney, el traficante de heroína local, asesinado a tiros sin que nadie haya oído los disparos. La policía, convencida de que no es más que un asunto de drogas, pone poco empeño en la investigación. Sin embargo, Shifty Kissick, la madre de Barney, no opina lo mismo y le pide a Mick que averigüe quién mató a su hijo. Mick, que debería estar recuperándose del atentado con explosivos que sufrió en Afganistán, decide investigar el caso para impedir que se produzcan más muertes. Cuando aparezca otro cadáver e intenten matar a Mick, este se verá envuelto en una espiral de violencia y venganza que perturbará la aparente paz de los cerros.

Segunda entrega de la trilogía protagonizada por Mick Hardin, Los hijos de Shifty es una novela negra rural sobre un lugar perdido en los Apalaches y sus gentes.

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Chris Offutt(1958) pasó su infancia y primera juventud en Haldeman, Kentucky, una población minera de doscientos habitantes que ya no existe. Tras licenciarse en la Universidad de Morehead, recorrió los Estados Unidos a dedo y trabajó, por horas, en más de cincuenta empleos. Alumno de James Salter y Frank Conroy en el curso de escritura creativa de la Universidad de Iowa, Chris Offutt debutó en 1992 con el libro de relatos Kentucky seco. Es, además, autor de otro libro de relatos, de tres obras autobiográficas y de cuatro novelas. Ha escrito guiones de las series TremeTrue Blood o Weeds.
—¿No tienen perros? —preguntó Mick.
—Saben que no tienen que ladrar. Y cuándo hay que arrancarle la pierna a un hombre. ¿Siempre vas en taxi?
—Se me averió la camioneta. Albin se sabía el camino, pero está demasiado acojonado para salir del coche.
—¿Y tú no? —dijo Rich—. ¿Se puede saber por qué?